¿Sabías que nuestras células reaccionan a nuestros pensamientos y emociones? Esto quiere decir que, en base al control que tengamos de nuestro cerebro, podemos reprogramar nuestras células, por ejemplo, para que envejezcan más lento, entre otras cosas.
El efecto placebo proviene del latín y significa “dar placer” y se utiliza para generar efectos positivos en pacientes con sustancias inocuas. Sus primeros usos datan de finales del siglo XVIII, época en se descubrió que los pacientes, al recibir dicha sustancia, generaban su propia endorfina, con lo que se comprobó que el alivio era mental y físico. Nuestro cuerpo tiene la capacidad de crear sustancias físicas para curarse a sí mismo. El placebo nos demuestra que basta tener la idea de que podemos curarnos para que nuestro cerebro, utilizándola como pensamiento, reemplace la idea de que estamos enfermos y genere las sustancias necesarias para curarnos.
Un experimento realizado en Italia, liderado por el doctor Fabrizio Benedetti, estudió a un grupo de pacientes que recibieron anestesia para una operación torácica. A la mitad de ellos se les suministró morfina de manera directa por el médico, mientras que a la otra mitad se le aplicó la misma dosis, pero a través de una bomba preprogramada, por lo que los pacientes no eran conscientes de la aplicación.
Lo increíble del estudio es que ambos grupos no tuvieron los mismos resultados. Quienes fueron conscientes de la aplicación de la anestesia tuvieron mejores resultados y mayores beneficios que los que no sabían, entre los cuales hubo algunos que incluso no tuvieron efecto alguno. Este efecto placebo funciona igual para muchos otros tratamientos, como el Parkinson, la ansiedad o la hipertensión.
Lo que pensamos es lo que experimentamos. Es un hecho revelador y real, que se puede explicar por los cambios que se desarrollan en nuestro cerebro permanentemente, creando nuevas conexiones. Si deseas crear una nueva realidad personal, debes cambiar los pensamientos que has mantenido en tu mente y que te impiden generar el cambio. Es lo que los científicos llaman la neuroplasticidad.
Las experiencias del pasado son las que nos limitan, ya que los sentimientos y emociones provienen de ellas. Debemos crear nuevas experiencias que reemplacen las anteriores que nos impiden cambiar. Un cambio en la conciencia humana puede generar cambios físicos en nuestro cuerpo, aunque nuestro ADN sea siempre el mismo. Todo está en el significado que nosotros le damos a nuestras experiencias.
El stress libera hormonas que generan emociones negativas y destructivas, como el odio, la frustración, la ansiedad, el rencor, el miedo o la depresión. Un estado de stress permanente es fatal. Por el contrario, si utilizas el efecto inverso, que funciona de manera análoga, lograrás un estado de bienestar permanente. Las personas que meditan, por ejemplo, logran concentrarse en lo que desean y repasan el futuro que desean respecto del cambio buscado, engañando al cuerpo entre lo que es real y lo imaginario, ya que las reacciones químicas que se generan en el cerebro son las mismas. El cerebro generará cambios epigenéticos y evolucionará con cambios funcionales. Con un estado emocional de alegría el cuerpo se inunda con la neuroquímica como si ese estado ya fuera una realidad.
Las actitudes, creencias y percepciones pueden crear realidad. La creencia se construye manteniendo actitudes y pensamientos por un tiempo largo y de manera repetitiva, hasta que se graben en tu cerebro y condiciones tu cuerpo, expresándose químicamente como emociones. Nuestro cerebro actúa como un lente para orientarnos a un conjunto particular de asociaciones, emociones y expectativas. Según Deepak Chopra, un afamado médico, escritor y conferencista indio, ninguno de los hechos objetivos en los que basamos nuestra realidad tales como el olor, color, sonidos, diseños, texturas, etc., existen de manera objetiva y todas son percepciones de nuestro limitado cerebro.
Asi como un murciélago o una serpiente perciben mundos paralelos “viendo” el ultrasonido o el infrarrojo, nosotros podemos cambiar nuestra biología, nuestro cuerpo, simplemente cambiando nuestros pensamientos. Y si cambiamos nuestros pensamientos, podemos cambiar nuestro bienestar. ¿Lo anterior quiere decir que nuestras creencias pueden determinar las respuestas de nuestro cuerpo? ¿Podría ser que ejercicio físico que hacemos al entrenar en un gimnasio, con sólo creer que es más vigoroso, nos haga más fuertes? O ¿podríamos tener una mejor respuesta de nuestro metabolismo a los alimentos que consumimos sólo creyendo que lo que comemos es más sano? Al parecer, sí, igual que con el placebo.
Un estudio realizado en Inglaterra demostró que quienes jubilaban, un día antes de los 65 años se sentían útiles porque estaban aportando a la sociedad. Al día siguiente, esa persona se sentía un inútil dependiente de la sociedad. Se pudo comprobar cómo las muertes prematuras, por ataques cardiacos y cáncer, se adueñaban de los hombres y mujeres sanas a la edad de jubilarse, según la buena o mala percepción que habían tenido al terminar sus días útiles. Lo contrario sucede en sociedades que aceptan la vejez como parte de la trama de la sociedad y no la ven como una enfermedad, con sabiduría, como por ejemplo en Japón.
Nuestro cerebro juega un determinante rol en nuestro bienestar y salud. No llenes tu cerebro con experiencias del pasado y cambia tus creencias, abandonándolas para crear un nuevo futuro. Construye la mejor versión de ti, siempre. Todo está en tu mente.