Los pares improbables, esos encuentros casuales que no se dan si no es por una situación particular y que son los que nos permiten aprender del otro, ese que es diferente a nosotros, son de ocurrencia cada vez más difícil en el mundo digital.
Es conocido que la innovación y la magia ocurren cuando somos capaces de encontrarnos con ideas y personas que proponen miradas diferentes, no sólo con los similares, sean estos los amigos o los compañeros de trabajo.
Estos encuentros improbables se volvieron cada vez más escasos en el último tiempo, privilegiando el consumo de internet y las relaciones digitales. Los líderes globales no pueden estar más contentos con este incremento de tráfico en la red, lo que aumenta los volúmenes de datos y estadísticas que se producen en ella y les permiten segmentar y predecir aún mejor el comportamiento de las personas, los mercados y los países.
En la era de la segmentación y la personalización, los individuos ven limitada su exposición a opiniones y realidades ajenas. Estamos en una burbuja, que sólo nos permite mirar un mundo definido por lo que los gigantes de internet quieren que veamos. Ellos han establecido una red de vigilancia constante sobre nosotros, los usuarios.
Cuando buscamos algo en Google, la gente asume que todos obtenemos las mismas páginas de resultado, lo que no es cierto. El algoritmo de PageRank, del que muchos hablan, es el que define qué resultados deberían salir primero y cuáles después, pero esto no es igual para todos.
El resultado que cada uno de nosotros obtiene depende de nosotros mismos. Así es. Según quienes somos, nuestros intereses y gustos, el algoritmo define qué es más relevante para cada uno en particular. Mientras más relevante, mayor alcance del mensaje. Se trata de la personalización llevada al extremo. De esa forma, nuestra propensión a comprar algo que nos ofrecen en las redes aumenta mientras más personalizada sea la publicidad o información que se nos presenta.
Para algunos esto podría ser el mejor de los mundos. Se nos muestra sólo lo que nos interesa ver. Pero, ¿qué hay de la mirada externa o de la posibilidad de acceder a otras miradas sobre una misma realidad? No hay espacio para ello. Cada vez estamos más encerrados en nuestra propia burbuja.
La burbuja de la hipersegmentación digital define a cada grupo con un solo integrante dentro: cada uno de nosotros está solo en su propia burbuja, lo que elimina la posibilidad de enriquecernos por el intercambio de información. Esto transforma el mundo que experimentamos, filtrando la realidad entre lo que vemos y lo que dejamos de ver.
Si bien históricamente siempre hemos consumido los medios más afines a nosotros, no estábamos aislados de otras fuentes de información. Para cada medio había un grupo inmenso de lectores o clientes que compartían intereses y pensamientos.
El mayor problema con esta realidad que se nos presenta, que nos resultará familiar y conocida, es que es un mundo que no desarrolla inquietudes por aprender cosas nuevas, ni permite alimentar la curiosidad por explorar otros puntos de vista. Es una especie de adoctrinamiento en base a nuestras propias ideas, que moldea nuestra identidad generando estereotipos que nos quitan libertad de elección, situación en la cual no hemos elegido estar y de la cual no hay opción de salir.
La tecnología, como todo, puede ser usada para resolver los grandes problemas de nuestra sociedad o para destruir sociedades. Seamos conscientes del uso que le damos a los datos y cómo estos pueden ser utilizados cuando los proporcionamos. El mal uso de ellos ya lo podemos sentir en muchos ámbitos, como en la creciente cantidad de fake news, en la manipulación de los mensajes en campañas políticas y en nuestra propia polarización como sociedad.
Seguro te estás preguntando cómo resolver este problema. Una buena opción es ampliar nuestros intereses y expresar ese comportamiento en las redes. Asimismo, al borrar las cookies periódicamente estamos abriendo más posibilidades acerca de quiénes somos, permitiendo ver nuevos intereses.
Es imperativo que exijamos conocer quién tiene nuestros datos y que ellos estén seguros, que las empresas nos permitieran borrarlos o corregirlos, a través de leyes que protejan a los usuarios, considerando la información personal como una forma de propiedad.
Ya sabes, si algo es gratis, el producto eres tú.