¿Qué es eso de que gracias a una nueva tecnología aplicada a la web, los usuarios de internet nos convertiremos en propietarios? ¿Propietarios de qué?
Todo el mundo, en particular las personas involucradas en los temas cripto, llevan un tiempo largo hablando de la Web 3.0, la evolución de internet que conocemos y que ahora, según dicen, nos abrirá un nuevo escenario para la colaboración, en donde los que generamos contenido podremos ser parte del negocio y nos convertiremos en propietarios de nuestros aportes y de nuestra identidad.
La clave de todo es la descentralización. Cada vez que se ha requerido colaborar, ha existido un ente central que coordina el propósito y gestiona los poderes. Ha ocurrido desde siempre, con las tribus, los países o la misma Unión Europea. Pero el caso de la web 3.0, habilitada por el blockchain, es justamente lo contrario, ya que se trata de un mecanismo que permite establecer las confianzas necesarias entre personas que no se conocen para colaborar entre si, sin la necesidad de un servidor o ente central que administre y controle lo que ocurre en la comunidad.
La Web 1.0 ya era una web descentralizada, pero unidireccional, en donde existían usuarios y proveedores. Básicamente encontrábamos ahí sólo texto y enlaces que nos llevaban a otras páginas. La mayor parte del valor estaba dado por el contenido, que unos pocos escribían y muchos leíamos. En la Web 2.0, la mayor parte del valor era proporcionado por algunas empresas que comenzaron a generar contenido enriquecido y servicios, ya no sólo contenido escrito, sino que también acceso a transacciones, como pagos y suscripciones, entre otras.
En la nueva internet basada en cadenas de bloques que se nos presenta, la gracia es que la descentralización basada en tokens permitirá generar un sin fin de activos digitales nuevos, como ya lo estamos viendo con los NFT’s. Pero los nuevos proyectos creativos no terminarán allí. Las criptomonedas serán las habilitadoras de todo, permitiendo gestionar todos los activos y serán utilizados para controlar cualquier tipo de aplicación, como la firma de contratos o la venta de arte digital.
Aunque no está claro si esto será la revolución de la que todos hablan o es simplemente una forma de dotar de mayor valor o un nuevo nombre a la tecnología de blockchain y al mundo de las cripto, la realidad es que estamos frente a una potencial revolución que permitirá acceder a un mundo digital más seguro, transparente, democrático, menos vulnerable y más abierto. Todos los que estamos en tecnología deberíamos al menos conocer algo de este tema y comenzar a indagar sobre el poder de las aplicaciones descentralizadas, aunque algunos puedan pensar que no se trata más que de una buena estrategia de marketing, como lo sugirió Elon Musk en una reciente entrevista: “No estoy sugiriendo que sea real, pero parece más marketing que una realidad ahora mismo. Solo me pregunto cómo será el futuro dentro de 10, 20 o 30 años: el 2051 suena muy futurista”, dijo.
Para los más escépticos, más allá de las discusiones y aprensiones que surgen en las redes sobre este caso, el creciente negocio de los NFT, las criptomonedas y el éxito que están teniendo las redes blockchain Ethereum están siendo evidencias importantes del crecimiento exponencial del nicho de mercado al que pertenecen.
Sin embargo, existe un intenso debate y se ha generado desconfianza en entregar el poder de internet a los cibernautas y no en el puñado de empresas que invierten y arriesgan en ella, pero parece razonable que nos preocupemos de cuidar que no exista ninguna compañía que pueda apropiarse de los nuevos espacios descentralizados que se creen. Así, por ejemplo, los Metaversos, aplicaciones de mundos paralelos que residen en esta red, no serían exclusivos de nadie y podrían combinarse para que todos puedan participar.
Pero no nos entusiasmemos demasiado. Según los expertos, estamos aún en pañales, o sea, al principio del principio del principio. Los avances exponenciales en temas tecnológicos nos dan, eso si, una cuota de optimismo sobre lo que podría suceder en algunos años más, probablemente más de los que imaginamos.