La semana pasada me aventuré a vivir una experiencia novedosa. Podría catalogarla de atrevida, desafiante e intrigante, además de inmersiva y tecnológica. La publicidad decía que debía ir sin más expectativas que ser yo mismo y actuar en consecuencia, sin presiones, exigencia que parecía muy obvia y fácil de lograr.
¿Por qué alguien debería pedirte que seas tú mismo y para ello te obligue a vestir un traje blanco y una máscara? Parece contradictorio. ¿Qué otra cosa podría ser yo, si no yo mismo?
El comportamiento humano varía notablemente cuando somos observados y juzgados en comparación con cuando actuamos desde el anonimato. Las redes sociales son un ejemplo de ello, especialmente aquellas en las que utilizamos un pseudónimo que esconde nuestra identidad. De esto mismo se trató Real Self, una experiencia humana en donde los asistentes tienen la oportunidad de mostrarse tal cual son, sin juicios sociales, «protegidos» con un traje blanco y máscara, mientras son invitados a reflexionar e interactuar en situaciones diversas. La hora y media que duró la experiencia fue un espacio para vivir la autenticidad plena, un momento de liberación y autoconocimiento, difíciles de replicar en un entorno no controlado. Podría decir que fue una mágica y valiosa experiencia.
Aunque los jóvenes son más auténticos que las generaciones que los preceden, se han hecho algunos intentos sociales por estimular esa condición y evitar que busquen la aprobación instantánea detrás de filtros y a través de la exposición de sus momentos de alegría. Uno de ellos fue la red social BeReal, que tuvo su peak hace un par de años, pero que hoy parece estar en baja. Fomentar la autenticidad, como lo hacía esta App, invitando a compartir fotos espontáneas, sin retoque y en cualquier momento del día, parece que no es algo que entusiasme demasiado. Al parecer no estamos dispuestos a perder la posibilidad de editar y controlar nuestra imagen social.
Mi observación es que existe una dicotomía entre el «yo observado» y el «yo anónimo», la que tiene fuertes implicancias para la sociedad. La aceptación social promueve la cohesión, pero limita la autenticidad. Por el contrario, el exceso de anonimato, si bien promueve una mayor autenticidad, puede dar lugar a comportamientos irresponsables u hostiles, como se observa en mayor medida con la red social X, donde es reconocido un alto nivel de agresividad y acoso entre los participantes.
No parece ser casualidad que, estando en Edimburgo mientras escribo estas líneas, me encuentro con Narie Foster, reconocida como una de las destacadas del Forbes 30 Under 30, presentando su debut en el Edinburgh Fringe, con una propuesta que desafía al público a descubrir su autenticidad en un mundo que muchas veces nos invita a ocultarnos para poder seguir viviendo.
Si bien las tasas de suicidio en el mundo han disminuido en los últimos años, la tendencia en los jóvenes es al alza y cobra cerca de 200 mil vidas al año, con el acoso como principal causa. El bulliyng ha obligado a estas personas a ponerse máscaras para evitar las agresiones por «ser como son». Muy conocido es el caso de 2012 de Amanda Michelle Todd, una joven canadiense de 16 años, quien subió a YouTube un video de nueve minutos de duración titulado: My Story: Struggling, bullying, suicide and self-harm (Agobio, acoso, suicidio y autolesiones) en el que, mediante mensajes escritos en tarjetas, explicaba sus experiencias. Un mes después la joven se suicidó.
Es urgente que desarrollemos programas educativos y sociales que comprometan la promoción de la salud mental en la sociedad y encontremos un sano equilibrio entre estos dos mundos que parecen contrapuestos. Permitir que los jóvenes se muestren tal cual son, con sus virtudes y defectos, con sus penas y alegrías, los hará más cercanos, humanos y empáticos. Se trata de un dilema de comportamiento humano que requiere una aproximación sistémica y multifacética, que combine esfuerzos sociales y tecnológicos, para educar sobre el uso responsable de la tecnología y el valor de la empatía.
En un mundo dominado por la recompensa inmediata, es labor de todos nosotros, como padres, educadores y líderes, ayudar a potenciar esta conducta en los demás y en lo más jóvenes, ofreciéndoles espacios que faciliten la autenticidad sin reproches, sin perder la responsabilidad social y reconociendo la necesidad natural de aceptación. Y tu ¿te atreves a sacarte la máscara?