A raíz de que me encuentro escribiendo mi próximo libro, que trata sobre liderazgo, fortaleza y entrenamiento mental, busqué sumergirme en historias de vida, personales y de terceros, que pudieran representar y graficar de manera poderosa las ideas que quería transmitir en cada uno de sus capítulos. Siempre es bueno ilustrar lo que se quiere decir en conexión con la emoción del lector. Cuando llegué al tema del perdón, si bien no sabía mucho de un tal Armando Valladares, poeta, escritor, pintor y preso político durante 22 años en Cuba, decidí adentrarme en su historia. Él había sido encarcelado, sin juicio de por medio, por negarse a poner un cartel en su oficina que decía «Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista, que yo estoy con él».
Cuando un periodista le preguntó cómo hizo para sobrevivir a esos años de encierro y tortura, su respuesta fue simple «Decidí no odiar a Fidel Castro», dijo.
Entender a Valladares y su decisión de permanecer en la cárcel, en vez de cambiar sus valores y su conducta puede parecer difícil. Sin embargo, cuando decidimos dejar de tener odio o rencor y optamos por perdonar, estamos en realidad ejecutando un acto de liberación y bondad hacia nosotros mismos. Nos liberamos nosotros de ese sufrimiento y carga emocional negativa que nos limita alcanzar otros estados superiores de bienestar y paz interior. Sin ello, es muy difícil que podamos dominar nuestra mente.
Al hablar de fortaleza mental, inmediatamente se me viene a la mente el nombre de Victor Frankl, sobreviviente judío del holocausto, quien eligió perdonar a sus captores de la prisión Nazi de Auschwitz y logró encontrar una profunda verdad sobre el poder del perdón y la elección de encontrar significado a las cosas, aún en medio del horror.
En época de guerras, de confrontaciones, de idealismos y fanatismos, quiero invitar a los lectores a reflexionar y contribuir a generar espacios de diálogo, que permitan entender la perspectiva del otro, sin juicios y con respeto hacia quien piensa distinto. No se trata de justificarlo, sino más bien de encontrar los caminos para comprender al otro y así establecer un puente de diálogo que permita la coexistencia. No podemos importar conflictos que no nos pertenecen, generando odio, miedo y discriminación hacia las personas por su religión, cultura o etnia. El perdón y el entendimiento son pilares fundamentales para construir una sociedad más justa y pacífica, sin odio.
En las últimas semanas y meses hemos sido testigo de agresiones de diversa índole hacia personas en todo el mundo, incluídas muestras de antisemitismo en las más prestigiosas universidades del mundo. Eso no es lo que queremos construir como sociedad y menos desde nuestras universiddes y casas de estudios donde, según palabras de Carlos Peña, «quien se incorpora a la universidad adquiere el compromiso de que sus intereses, puntos de vista, pertenencias y lealtades se subordinen a los deberes que impone la racionalidad». Es en ese espacio en donde el librepensamiento y la tolerancia deben verse mejor representados con un camino de diálogo y contrastando ideas, no atacando personas.
La invitación es clara: elijamos el camino del diálogo, la comprensión y la empatía siempre. La defensa de unos no se puede convertir en el odio a los otros.