Hace algunos días estuvo de visita en Chile Mois Navon, experto en Inteligencia Artificial y uno de los padres de las tecnologías detrás de los vehículos autónomos. El es co-fundador de la empresa Mobileye, adquirida el 2017 por Intel Corporation, por nada menos que US$15,1 billones.
En sus charlas, donde contó su historia personal y cómo fue el camino hasta vender la compañía, fracasos de por medio (estuvieron a punto de quedarse sin recursos y quebrar), siempre conecta su relato con la convicción de que todo lo que nos sucede en la vida es parte de un plan. Él, como rabino, dice que ese plan es divino. Otros podrán asociarlo a la suerte o a lo que llamamos destino, no importa. Yo, en particular, no creo en la suerte como determinante de todos nuestros éxitos y desgracias. Creo que vivimos en un mundo más bien neutral, en donde son nuestras respuestas a las circunstancias las que determinan nuestro destino.
Soy un convencido de que, en la medida que asumamos la responsabilidad de nuestras propias emociones y reacciones, podremos tomar el control de nuestras vidas, reconociendo que somos los creadores de nuestra experiencia interna y elegir usar una circunstancia aparentemente negativa como una oportunidad significativa de aprendizaje.
“El sabio se alegra en todo momento ya que considera que todo lo que sucede es lo mejor que puede suceder”
Esta frase fue dicha en lo que en el 300 a.d.C era lo que hoy son las charlas TED: charlas con las ideas dignas de difundir. Se le atribuye la frase a Zenon de Citio, fundador de la filosofía estoica.
Me pareció curioso que Mois también dijera en sus charlas que «todo es para bien» cuando le preguntaban sobre su historia y si lo que estábamos creando con la Inteligencia Artificial y la tecnología era bueno o no para la humanidad. La tecnología puede replicar cualquier cosa que pueda resolver nuestro cerebro, pero no está dotada de ética. Se la damos nosotros a través de nuestra conciencia, repetía como respuesta. Y a continuación, remataba con un ejemplo: ¿Cómo podría un auto autónomo decidir qué hacer cuando en su trayecto no hay opción de evitar el atropello de alguna persona entre varias?¿A quién elige? Lo que nos diferencia de las máquinas, capaces de realizar cualquier función que nuestro cerebro pueda hacer, es la conciencia y, por ende, la capacidad de sentir. Es decir, es nuestra capacidad para experimentar el mundo de la forma en que lo hacemos (pensar sobre el pensamiento) lo que nos permite tener un sentido del bien y del mal.
La conciencia es la que nos permite reflexionar sobre el impacto de nuestras decisiones en el mundo que nos rodea, sopesando valores y considerando el bien común. Aún así, todo lo que nos sucede nos puede dejar algo bueno, aunque nos cueste encontrarle el sentido al principio. Muchas veces son enseñanzas que nos permiten evolucionar. Yo, cada vez que me enfrento a una situación así, prefiero decir que todo pasa por algo y para algo.
Hace pocos días se conmemoró la muerte de Viktor Frankl, un hombre cuya vida y enseñanzas continúan resonando con profundo significado en la actualidad. Durante su tiempo en los campos de concentración nazi, Frankl experimentó el horror y la brutalidad más allá de lo imaginable, pero, sin embargo, fue en medio de ese abismante sufrimiento que forjó una comprensión única sobre propósito humano. ¿La hubiese tenido si no hubiese pasado por esas aterradoras circunstancias? Es el momento de recomendarte su libro «El hombre en busca de sentido».
La comprensión de la dimensión humana, algo que debemos incorporar en las tecnologías emergentes, hará la diferencia sobre la respuesta que generemos en su uso. Como dijo Frankl, en las circunstancias más desgarradoras, los individuos conservamos la capacidad de elegir la actitud con la que respondemos hacia lo que nos sucede. En la medida que la IA avanza, es crucial no sólo dotarla de conocimiento, sino también de una perspectiva ética que refleje la complejidad de nuestras vidas y la importancia de tomar decisiones informadas y conscientes.
En la época que vivimos, de la cuarta revolución industrial, el desarrollo de un marco ético es un recordatorio de que, a pesar de los avances tecnológicos, seguimos siendo guardianes de nuestros valores y responsabilidades como seres humanos.