
La cancha es lo de menos. Si no existe, créala!
Les quiero compartir una historia verídica e inspiradora que habla sobre la pasión, las capacidades de desarrollar habilidades y superar
Imagen generada por IA por Greg Davis.
Este ha sido un año de muchas conversaciones en torno a la Inteligencia Artificial (IA), no libres de fatalistas predicciones relativas al futuro que se nos avecina, ya casi a la vuelta de la esquina. El hecho de que la IA generativa pueda alcanzar capacidades superiores a la inteligencia humana está comenzando a inquietar a muchos, con justa razón. Solo la falta de conciencia y de objetivos no controlados es lo que evita que la IA se apodere de nuestras vidas, tome el control, y nos relegue a la segunda posición como los «seres» más inteligentes del planeta. Es lo que he leído y escuchado de los más pesimistas, y sí, suena aterrador.
Sin embargo, la preocupación más habitual que escucho es respecto del futuro del trabajo y sobre quiénes se verán perjudicados en el corto plazo por esta transformación histórica, en donde los llamados knowledge workers—profesionales cuyo trabajo está asociado principalmente a información y conocimiento—se encuentran en el epicentro.
Estudios del MIT y Stanford sugieren que los profesionales más beneficiados serán aquellos que logren convertirse en «aumentadores de IA», es decir, personas capaces de aprovechar estas herramientas para potenciar su productividad y creatividad. Entre ellos están los que trabajan en ciencia de datos, desarrollo de software y la analítica de negocios, entre otros, los que verán una demanda creciente de habilidades híbridas basadas en la comprensión técnica combinada con el pensamiento estratégico y no en un título profesional.
Aquellos que hasta ahora se consideraban «trabajos seguros», están en la cuerda floja y se ven como los grandes perdedores. Analistas financieros, abogados y un sinfín de roles y profesiones asociados a tareas rutinarias, repetitivas o fácilmente automatizables, muchas de ellos creativas y de nivel medio, ya enfrentan una automatización parcial o total. Tengo dos hijas estudiando medicina y ya les sugerí que no se especialicen en radiología, campo en donde la IA ya demostró mayores capacidades que los propios médicos gracias al entrenamiento previo de cientos de miles de imágenes y diagnósticos. Un informe de McKinsey titulado «Generative AI and the future of work in America» del año 2023, sugiere que hasta el 30% de las horas trabajadas en la economía de EE.UU. podrían ser automatizadas para el 2030.
Y es que una de las gracias de esta tecnología es que prácticamente no tiene costo marginal para resolver cosas simples versus cosas muy complejas. Si haces la prueba, verás que el tiempo de respuesta es el mismo independientemente de la pregunta, sin un costo incremental de complejidad, lo que nos lleva a pensar que efectivamente la productividad puede crecer al infinito gracias a la IA. Según McKinsey, los profesionales de STEM, áreas creativas, empresariales y legales podrían verse muy beneficiados con este aumento de capacidades y productividad, pero, en cambio, muchos otros empleos, que no requieren interacción humana compleja, análisis o decisiones estratégicas, como aquellos de apoyo administrativo, servicio al cliente y servicios de alimentos, seguirán disminuyendo.
Pero la realidad es un poco distinta y no tan apocalíptica, ya que depende más de nosotros que de la propia tecnología. No será la IA y las máquinas las que reemplacen los trabajos humanos, nuestro trabajo. Serán los propios humanos que usen la tecnología a su favor, los que reemplazarán a aquellos que no la utilicen y no sean capaces de adaptarse. Por eso, se requiere proporcionar capacitación para mantener el ritmo de la evolución y serán las competencias y habilidades que adoptemos las que determinen la empleabilidad en vez de las antiguas credenciales académicas.
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