La crisis que estamos viviendo, sin precedentes para esta magnitud, nos invita a reflexionar sobre la vida y el propósito de nuestra existencia. No se cuántos han pensado alguna vez que el mundo está girando más rápido de lo deseado y han querido bajarse y dejarlo girar solo por un rato, quedándose ustedes como espectadores. Como cuando estás jugando a la ruleta en el casino o póker con amigos y quieres dejar pasar una mano para cambiar la suerte. Bueno, yo lo he pensado muchas veces en el último tiempo.
Ya nadie tiene dudas que el aislamiento que hoy debemos seguir, de manera obligada y necesaria para erradicar la tremenda amenaza de salud que enfrentamos como sociedad, nos permitirá generar una pausa y nuevos espacios de conversación, de meditación y de análisis sobre el sentido de la vida, algo que el giro del mundo muchas veces nos relega a un segundo plano.
Lo primero que descubriremos es que para que podamos ganar la batalla, debemos unirnos y cambiar el individualismo por la generosidad. Actuar de manera colaborativa, entendiendo que somos parte de un sistema.
Lo segundo será darnos cuenta de nuestra propia fragilidad como seres humanos. Nos preocuparemos de cuidar nuestra vida y la de nuestros seres queridos como nunca antes. Nos cuestionaremos la persecución de objetivos no trascendentales, que pareciera pierden todo sentido cuando no podemos disfrutar de ellos. Cambiaremos nuestras prioridades y valores para que cuidar nuestra salud y nuestra vida, sean el propósito mayor a perseguir.
Al inicio de mi libro «Piensa al Revés», pregunto al lector si alguna vez se había cuestionado el sentido de perseguir objetivos de manera incansable, dejando de lado otros aspectos necesarios para alcanzar el ansiado equilibrio en la vida. Como pregunta abierta y no siendo el propósito del libro, no intento responderla durante el desarrollo de los siguientes capítulos, pero en el último trato de esbozar algunas ideas que puedan ayudar al lector a responder esta trascendental pregunta, que hoy me vuelvo a hacer con más fuerza y convicción que antes.
Hoy, que estamos obligados a pasar más tiempo en nuestras casas, podemos apreciar el valor del tiempo perdido en los interminables viajes diarios al trabajo, el valor de poder compartir más con nuestros hijos, el valor de poder ayudar y ser generosos con otros que lo pueden estar pasando peor. Porque lo que sí va a pasar, es que muchos van a quebrar o no podrán subsistir mucho tiempo más, pero lo que es peor, van a perder a algún ser querido producto de esta enfermedad.
Está demostrado que la felicidad está en colaborar en vez de competir, en dar lo mejor de ti al mundo, en entregar amor y abrirte a recibirlo. Los vínculos y la capacidad de apreciar y agradecer lo bueno que ya existe en nuestras vidas son para ello fundamentales. Hoy la vida nos pone una prueba difícil, dramática, sin precedentes y muy dura, que deberemos superar todos juntos. Aprovechémosla para bajarnos por un rato de este mundo que gira sin parar, mirarnos y reencontrarnos con nosotros mismos, valorar lo que somos y lo que tenemos, para así transformarnos en mejores personas, más generosas y empáticas, más sensibles y responsables con el entorno, el medioambiente y el prójimo.