Pide como un artista

Imagen: NeuronaCibernética.com

«No podemos ver eso que no podemos nombrar». Esta frase, que seguramente muchos reconocemos en la voz de Humberto Maturana, es la que nos habla de los superpoderes del lenguaje. El lenguaje es generativo. Debo reconocer que no lo tenía tan claro hasta hace poco tiempo, o no lo había descubierto a la manera de hoy. Pero, ¿qué quiere decir esto en realidad? Te lo explico.

Las cosas adquieren existencia cuando les asignamos un nombre, una vez que las definimos. La mente puede crear realidades a través de nuestros pensamientos, incluso si intentamos evitarlo. Si te digo, por ejemplo, que no pienses en un elefante rosa, ¿en qué piensas? Estoy seguro de que tu mente se imaginó un elefante rosa, aunque sabemos que no existe en realidad.

Con los avances en inteligencia artificial (IA), hemos sido testigos de cómo nuestra comunicación con las máquinas ha evolucionado hacia el uso del lenguaje natural, a través de interfaces conversacionales o chats. Cada interacción que tenemos con ellas genera acciones y crea realidades. Podemos crear imágenes simplemente diciendo lo que queremos ver, generar videos a partir de descripciones o incluso entablar conversaciones con una máquina, como si se tratara de otro ser humano. Incluso esta misma columna podría haber sido escrita por una IA… pero NOT. Todo esto es posible gracias a lo que se conoce como «IA generativa».

Podríamos decir, metafóricamente, que el lenguaje es como un jardín fértil en el que florecen las ideas, y la inteligencia artificial es como un hábil jardinero que cultiva estas semillas lingüísticas. Pero esa habilidad para cultivar y cosechar hay que desarrollarla.

Quienes hemos experimentado con IA hemos descubierto que no siempre obtenemos los resultados deseados y, muchas veces, culpamos a la IA. Lo hacemos de la misma manera en que responsabilizamos a otros cuando no nos gusta lo que nos sucede en nuestra vida. Para lograr que nuestro «jardín» prospere y las cosas sucedan como deseamos, es crucial «sembrar semillas» de calidad. En el mundo de la IA, esas semillas se llaman prompts o «indicaciones».

Si sientes que «nadie te entiende», o más bien que la IA no te comprende, es porque debes trabajar en mejorar las peticiones e indicaciones que le das, al igual que en las peticiones y comunicaciones humanas. Podría asegurar que no estás escribiendo buenos prompts. Esta habilidad-ciencia se está convirtiendo en un arte, muy valorado por cierto, y ya existen carreras dedicadas a aprenderlo. Aquellos que lo dominen serán los líderes y celebridades del futuro.

Hasta ahora, no había comprendido de manera tan clara el poder que el lenguaje nos otorga para crear lo inimaginable. Al igual que las palabras y su poder transformador para influir en los demás, construir puentes o levantar barreras, sanar o herir, fomentar la comprensión o sembrar la discordia, es de esperar que utilicemos siempre el lenguaje para hacer el bien y de manera consciente, respetuosa e inclusiva.

Como arquitectos de esta nueva era lingüística, nuestra responsabilidad consiste en sembrar semillas de consciencia y ética, sin desaprovechar el inmenso poder que tenemos, de hacer florecer mundos inimaginables. ¿Seremos capaces? Yo estoy seguro que si.

¿Vives en modo piloto automático?

Seguro que si has viajado en avión te has preguntado ¿qué hacen los pilotos durante el vuelo, si la mayor parte del tiempo el avión va recto y nivelado?. Por más de 16 años volé planeadores y aviones monomotor. Fue un desafío y afición del cual aprendí muchísimo, que me generaba placer y adrenalina a la vez, y, por momentos, grados importantes de tensión. En esos aparatos que volaba no existe el piloto automático, que sí se utiliza en los aviones comerciales o más grandes. Ese computador de vuelo me podría haber hecho las cosas más fáciles, pero sin duda con un aprendizaje menor a la hora de sortear dificultades y las vicisitudes de un clima turbulento.

Muchos de nosotros actuamos en nuestras vidas en modo piloto automático, pero ciertos eventos pueden forzarnos a cambiar. Ocurre normalmente cuando nos damos cuenta de que nuestras convicciones y decisiones no fueron el resultado de nuestra elección consciente, sino que fueron instaladas por defecto, como resultado de nuestra historia. Muchas veces no actuamos en busca de lo que realmente queremos, sino que lo hacemos porque es lo aceptado y establecido por la sociedad.

El espacio cultural y social en el que vivimos nos condiciona a vivir de una determinada forma, la que nos proporciona reglas que nos dicen cómo existir, cómo planificar nuestra vida, cómo definir el éxito y la felicidad, para ayudarnos a llevar una vida corriente y segura. Pero la “seguridad” tarde o temprano genera aburrimiento y termina en estancamiento.

Cuando decidimos explorar caminos menos transitados, innovando y arriesgando, nos damos cuenta de que podemos elegir nuestra propia versión del mundo que queremos vivir, eliminando modelos y reglas obsoletas que nos determinan en el actuar. Las malas creencias generan malos hábitos y adolecen de una práctica consciente. Cuando decimos «es que somos así», estamos negando la posibilidad de cambio.

Las mentes extraordinarias crean una visión para su futuro que es propia y que existe al margen de las expectativas del espacio sociocultural en el cual se desenvuelven y se centran en las metas que los conectan con lo que los hace felices. No es necesario tener una mente privilegiada para generar el cambio. De hecho, la mayoría de esas mentes ni siquiera tienen estudios profesionales. Lo que tienen es una vocación y la fortaleza para creer en sí mismos y gestionar sus propios pensamientos, que determinan sus acciones y su futuro.

Pero el cambio para tomar el control de tu futuro no es gratis. Para eso debes ser fuerte, obviar las críticas y el miedo a las pérdidas que tendrás en el camino. Cuando sientas que eso ya no te perturba o dejó de afectarte, estarás avanzando en el camino de tu elección, ya sin piloto automático.

¿Eres CEO o jefe?

Recuerdo cuando recién comencé a trabajar, mi primer cargo no tenía ningún título. Simplemente yo formaba parte de un equipo de ingenieros, de pares, con un propósito común. Y nunca me lo cuestioné.

Sin embargo, en la medida que avanzaba en mi carrera, los roles y cargos me empezaron a llamar la atención. Sentía que cada nuevo ascenso en mi carrera significaba más autoridad formal, responsabilidades y alimentaba mi bolsillo y mi ego. Claro, de esto último no era tan consciente, ya que pensaba que el liderazgo era algo que se otorgaba a alguien por decreto y no algo que se ganaba a través del reconocimiento, como autoridad informal, por parte de un equipo.

Me toca mucho ver, en especial en el mundo del emprendimiento, a directores generales, o dicho más cool aún, a CEOs de startups actuando más como jefes de ventas que ejecutivos propiamente tales, independientemente del tamaño de la empresa. El micromanagement debe ser uno de los mayores signos de mala gestión por parte de un líder, quien, al no soltar el lastre, no conseguirá liderar a su equipo para escalar de manera correcta a la organización. El micromanagement , por si no habías escuchado antes el término, es una forma de gerenciar ejerciendo control excesivo sobre los miembros del equipo, prestando demasiada atención a los detalles del trabajo que realizan.

El gran problema de estos CEO’s novatos es que no saben ejercer su rol estratégico y se quedan «pegados» en roles de ejecución del día a día, perdiendo el foco en la construcción del negocio en el largo plazo. Muchos de ellos deben dar un paso al costado cuando las empresas comienzan a crecer para permitir que lo haga y no entorpecer su desarrollo, pero se resisten a hacerlo. Le pasó a Steve Jobs en 1985, pero lo he visto después, más a menudo de lo que creía podía suceder.

Los líderes verdaderos inspiran, influyen y empoderan a sus colaboradores en la organización para la consecución del su visión con un propósito compartido. Así, su tiempo debería dedicarse al futuro y dejar el trabajo del presente a los managers. Pero no se trata de no preocuparse del presente en lo absoluto. Los buenos líderes deben hacer pequeñas cosas positivas que le importen a sus colaboradores, a diario.

Simon Sinek, a quien admiro mucho, dice que «No se trata de intensidad, se trata de consistencia«. Los verdaderos líderes se preocupan de su entorno personal, con una mirada introspectiva y de autoreflexión, impactando positivamente en su entorno inmediato. Algunos le llaman micro-liderazgo a este enfoque.

Hay demasiados CEO’s jefes dando vuelta, una fórmula del pasado que, hoy, en época post pandemia, dejó de ser efectiva. Hoy, con el trabajo a distancia, es fácil identificar a los verdaderos líderes, aquellos que conectan con sus colaboradores y facilitan el aprendizaje y el empoderamiento. En sólo un par de años, para el 2025, más del 75% de los actuales jefes serán millennials. Esos, los futuros CEOs, no le temerán al cambio e incorporarán nuevas maneras de pensar los negocios. Si no eres uno de ellos, es momento de desarrollar esas competencias y cambiar. Será la única forma de atraer y retener talento en las grandes compañías (o en aquellas que pretendan serlo).

Conoce qué tipo de líder eres conociéndote a ti mismo primero . ¿Te lo has preguntado alguna vez?

Unboxing people: ¡Sáquenme de la caja!

Seguramente muchos hemos visto algún video en Youtube cuyo título comienza con «unboxing…». Esos videos, que se han hecho comunes en los últimos años, nos muestran todos los componentes de un producto recientemente adquirido y el proceso de desembalaje y montaje desde el momento en que abrimos la caja. Todo está definido de manera cuidadosa, bien etiquetado y presentado. Nada parece dejado al azar.

Eso funciona bien para los productos, especialmente los electrónicos. Pero ¿qué pasa cuando hablamos de personas? Sabemos que el potencial de una organización está limitado por el potencial del líder. La pasión y las características de quien lidera son las que generan las oportunidades o, por el contrario, son las limitantes de toda la organización. En organizaciones jerárquicas , muy dependientes de su dueño o fundador, se tiende a confundir a los líderes con la autoridad formal. Y ahí empiezan los problemas.

Cuando no reconocemos a nuestros líderes, esperamos que las instrucciones bajen de la autoridad superior. Sin embargo, la comunicación y las ideas no deberían fluir siempre desde arriba hacia abajo. Eso es una limitante de crecimiento y alcance. En vez de entregar el poder a uno o unos pocos en la organización, un modelo basado en redes, entrega la influencia a muchos. La hace menos dependiente y más empoderada, capaz de generar ideas creativas e innovación permanente, hoy claves para subsistir en cualquier emprendimiento.

Un buen ejemplo de lo anterior es lo que le pasó a Microsoft cuando se enfrentó a la amenaza de internet. Debo reconocer que yo mismo fui, al igual que Goldman Sachs, un escéptico sobre las posibilidades de subsistir de esta empresa con el crecimiento de internet. La clave de Microsoft fue su sistema nervioso de comunicaciones, que hizo que la información y las tendencias fueran conocidas por todos sus empleados, pero fue sólo un pequeño grupo de ellos quienes las vieron y gatillaron el cambio, desde abajo hacia arriba. Microsoft abrazó este cambio y fue pionero en empujar la nueva tecnología para surfear la ola correctamente.

¿Qué se necesita para lograr lo que hizo Microsoft en empresas jerárquicas y tan grandes? Una de las primeras cosas que se debe hacer para movilizar y empoderar a los colaboradores es eliminar o dar menor relevancia a las etiquetas de cargo, responsabilidades o incluso de género o nacionalidad, ya que son limitaciones que autoimponemos a la creatividad de las personas. Si queremos que piensen «fuera de la caja», primero debemos sacarlos de la caja para permitirles crecer.

En todos los ámbitos de nuestra vida, la diversidad nos aporta riqueza. Por el contrario, en numerosas ocasiones, tenemos la tendencia de “etiquetar” a personas con características concretas e inmutables para ubicarlas en una categoría determinada que las defina específicamente. A menudo operamos de esta manera sin darnos cuenta de que estamos limitando nuestra percepción de los demás, perdiendo de vista la complejidad de todos, sus características únicas y, en última instancia, todo el valor que aporta la diversidad.

Al dejar de encasillar a las personas y permitirles acceder a la información libremente, estaremos generando oportunidades de co-creación, confianza y transparencia únicas, que mostrarán tempranamente efectos positivos sobre la cultura y la productividad.

Ya no tengo esperanzas

Un padre de familia le pedía ayuda a Dios de la siguiente manera: «Señor, sabes que estamos necesitados y pasamos penurias. Por favor, haz que me gane la lotería». Pero eso no sucedía, a pesar de lo cual el hombre no dejaba de implorar una y otra vez el ansiado premio. Hasta que un día, en medio de su plegaria, oyó una voz profunda que le dijo: «Por favor, compra algún número de lotería».

Nos gusta vivir esperanzados. Es nuestro combustible que nos dota de sentido a nuestras vidas y, de esta forma, lo bueno que nos sucede adquiere mayor relevancia y lo disfrutamos más. Brené Brown, destacada académica estadounidense, escritora de varios best sellers, dice que «necesitamos esperanza como necesitamos el aire». Pero ojo, si no ponemos de nuestra parte, como en el ejemplo de la lotería, nada sucederá.

La esperanza es una de las cosas que más moviliza a las personas y es un agente de cambio en nuestras vidas. Es un sentimiento presente direccionado hacia un resultado futuro. Esperar que te vaya mejor en la vida, en tu matrimonio, en tu nuevo emprendimiento e incluso ganarse la lotería, son cosas naturales que todos hemos vivido; parece ser lo razonable para darnos fuerza y motivación para avanzar. Podríamos decir que la esperanza es la expectativa que se tiene respecto de los resultados de algún suceso o una actividad que se emprende.

Pero sentarse a esperar que las cosas cambien por sí mismas es peligroso, porque el poder se entrega a lo externo, normalmente a otro. Pareciera ser que la esperanza nos pone del lado del espectador y, en determinadas ocasiones, se relaciona con un intento de superar el miedo.

Pero, ¿qué pasa cuando nos despojamos de toda esperanza?

Ocurre lo contrario. La esperanza viene de la idea de esperar algo, en vez de entrar en acción para hacer que las cosas cambien. El abandonar toda esperanza es renunciar a las expectativas y deseos egoístas que, al fin y al cabo, causan sufrimiento y resentimiento con el otro porque no hizo lo que yo esperaba. En este sentido, la esperanza mal orientada refuerza la falsa creencia de que la vida no es justa, apuntando a algo externo para la resolución de todos tus males.

Si nunca pedí algo, ¿qué me da derecho a esperar ese algo del otro? Las expectativas, la mayoría de las veces, son cosas no dichas, lo que nos lleva al plano de una mala o nula comunicación. Ahí nacen, cuando la expectativa difiere de la realidad, la rabia y el resentimiento, fuentes de emociones restrictivas que llevan a la necesidad de protegernos y en algunos casos incluso al deseo de venganza.

Pero la esperanza no es el problema. De hecho, es fundamental en nuestras vidas ya que es un estado de ánimo que nos moviliza a la acción, a ser protagonistas de nuestro destino. El problema es el apego emocional a ella. Ten esperanza, pero actúa en consecuencia de tus expectativas para que las cosas pasen.

En las culturas guerreras, como la de los samuráis por ejemplo, el código de bushido indicaba que una virtud para mantener la serenidad en todo momento era no tener miedo ni esperanza: «Una vez el guerrero está preparado para el hecho de morir, vive su vida sin la preocupación de morir, y escoge sus acciones basado en un principio, no en el miedo».

¡Quien nada espera, nada teme!

Baja los flaps

¿Te has preguntado alguna vez para qué sirve cada una de las partes del ala de un avión? ¿Has escuchado alguna vez la expresión «baja los flaps» ? No se si te lo han dicho directamente a ti, pero estoy seguro que debes haberla escuchado decir alguna vez.

Los flaps son unas superficies móviles que se encuentran en las alas de los aviones y permiten, al extenderlas, que éste vuele más lento, sin perder la sustentación. Se utilizan siempre cuando el avión se encuentra más cerca del suelo, aportando mayor seguridad al vuelo.

Escuché esa frase varias veces mientras realizaba el curso de piloto de planeadores. Pero posteriormente, cada vez que escuché a alguien decírmelo, ya no era por el mismo motivo y pensaba que a lo mejor era una metáfora porque me veían estresado o estaba evidenciando mi ansiedad, por llevar una vida muy acelerada. El llamado que al parecer me hacían era a bajar revoluciones, a andar más lento por la vida, pero yo nunca hice caso.

Sentía que debía estar en control de mi futuro y eso sólo lo podía lograr estando en todo, preocupado de los detalles. En el mundo empresarial, eso se denomina micromanagement, y es una de las acciones más dañinas que un gerente puede realizar al mando de una empresa. Ese control no era otra cosa que la expresión de la obsesión por alcanzar objetivos y metas, generalmente impuestas por la sociedad y el mundo exterior. Pocas veces reflexionamos sobre nuestro propósito ni nos cuestionamos si nuestras acciones y relaciones están en concordancia con él, si sirven para alcanzarlo. Simplemente nos dejamos llevar por los controles sociales, que terminan determinando nuestra conducta.

Sin embargo, sólo cuando nos sentimos cerca del suelo, en una crisis, o en una situación de búsqueda y crecimiento personal, cuestionándonos el propósito y el significado de las cosas, es cuando nos damos el tiempo para reflexionar y conversar con nosotros mismos. El autoconocimiento exige tiempos para ti, en soledad, en calma. Exige que vayas más lento, en un viaje seguro, con los flaps abajo.

En el libro «Dejar ir» de David R. Hawkins, el autor dice que muchas personas, sobre todo en las grandes ciudades, aprenden a vivir con la adrenalina alta. La amenaza para la sobrevivencia es la que los mantiene en esos niveles, lo que lleva a la gente a deprimirse los fines de semana o durante las vacaciones, cuando la producción y el efecto anestésico del cortisol baja considerablemente. Se trata de gente adicta a la excitación y a la estimulación anormal, acostumbrada a la euforia inducida por los altos niveles de cortisol.

Estoy seguro que yo soy un poco así, por lo que he buscado fórmulas simples que me permitan bajar los flaps, pero de manera más permanente, lo que me ha ayudado mucho en los últimos años. Te dejo tres formas simples que he encontrado y he comenzado a practicar para avanzar en este camino:

Propósito: Enfocarte en hacer las cosas que contribuyen a tu propósito y dejar de perder el tiempo en aquellas que no aportan a nuestras vidas es el norte para guiar tus acciones.

Decir NO: Aprender a decir que no cuando sea necesario no es nada fácil. Hay que hacerlo de manera asertiva.

Gratitud: Practicar la gratitud es comenzar a enfocarnos en lo que tenemos en vez de en lo que nos falta, agradeciendo por ello diariamente. Esto nos dará una perspectiva positiva de la vida.

Este proceso, de vivir de una manera más consciente y significativa, disfrutando cada momento de la vida al máximo, nos permitirá encontrar mayor tranquilidad y felicidad. Muchas veces, cuando nos damos cuenta de ello, ya es demasiado tarde, por lo que el consejo es aprender a liberarnos de las distracciones externas y dejar que la vida fluya en nosotros, para así encontrar en ella el verdadero placer de hacer lo que nos apasiona. ¡Baja los flaps!

¿A qué venimos?

La primera vez que escuché el término japonés kaizen fue en la universidad, hace ya algunas décadas. Al descomponer la palabra en dos, nos encontramos con los términos kai, que podría traducirse como “cambio” en japonés y zen, que significabueno”. El caso de Toyota era el mejor ejemplo académico de su aplicación al mundo industrial en esa época, lo que le ha permitido por décadas, a este gigante del mundo automotriz, la mejora continua, siempre bajo el lema ¡Hoy mejor que ayer, mañana mejor que hoy!”

Una de las gracias que tiene esta metodología, es que las mejoras se realizan a través de pequeños cambios en distintos ámbitos, en general simples y concretos, que permiten avanzar hacia el objetivo buscado. ¿Podría este mismo concepto aplicarse a nuestro ser, a nuestra evolución de consciencia, a nuestro proceso de búsqueda interior?

El objetivo que perseguimos en nuestra vida es individual y, por ende, no tiene por qué ser el mismo para todos, aunque al parecer existe un consenso filosófico o religioso sobre el propósito de la vida, en el cual deberíamos intentar siempre mejorarnos y evolucionar como personas. ¿Te has preguntado alguna vez a qué venimos los seres humanos al mundo? Hoy se habla mucho de propósito personal y algunos incluso han llegado a agregar un nuevo término a la escala de motivaciones de Maslow para darle un lugar e importancia más relevante. En efecto, según ellos, la autorrealización ya no sería suficiente. Hay que ir por más, por la trascendencia.

Últimamente he conocido mucha gente que está en la misma, en esa búsqueda que le permita alcanzar mayores niveles de consciencia y aportar al mundo con su grano de arena para dejarlo mejor de lo que lo recibió. Pareciera ser que cuando uno pone la atención en algo, esa energía se canaliza para que las cosas pasen. Todos ellos dejaron de buscar afuera y comenzaron a poner la energía y mirar hacia adentro.

Hace poco leí el extraordinario libro «El hombre que vendió su Ferrari», de Robin Sharma. Lo tenía pendiente desde hacía ya un par de años. Lo recomiendo a ojos cerrados, a todo el mundo. Las enseñanzas de Julián, el abogado que después de alcanzar riqueza y fama, tuvo lo que él mismo llamó su «despertar» y se volcó a encontrar su razón de existir, nos dice que una de las cosas que debemos hacer para esta mejora continua es comenzar, de a poco, a eliminar nuestros pensamientos negativos. El kaizen se basa en la idea de que siempre es posible mejorar, todo el tiempo, desde  una perspectiva positiva de la vida.

Julián nos dice en el libro que nuestra mente es como un jardín, el que debemos cultivar a diario para que florezca, eliminando de él las preocupaciones y los pensamientos tóxicos, para permitir que florezca. Pero también nos advierte que esta mejora debe partir siempre desde dentro, de uno mismo, por lo que el autoconocimiento, el aprendizaje continuo y el autoliderazgo son básicos para lograrlo.

Increíblemente, uno de los aspectos que más me ha llamado la atención en todas estas personas que he conocido, es que en esa búsqueda interior dejaron de darle la relevancia predominante al dinero, al aparente “éxito”, a la fama o a las cosas materiales. En reemplazo,  el tiempo tomó su lugar y comenzó a jugar un rol fundamental. La buena gestión de este recurso, el único realmente escaso e irremplazable, es la verdadera conquista que tiene a su alcance el ser humano. Alcanza la riqueza máxima quien es libre para gestionar adecuadamente y de manera productiva su tiempo. En 1957, Cyril Parkinson formuló tres leyes, que trascendieron el ámbito social y productivo en el que habían sido concebidas, para alcanzar el ámbito de la vida cotidiana y del crecimiento personal.

  1. Sobre el tiempo: “El trabajo se expande hasta llenar el tiempo de que se dispone para su realización.”
  2. Sobre el dinero: ¨Los gastos aumentan hasta cubrir todos los ingresos.”
  3. Sobre la priorización (Ley de la Trivialidad): “El tiempo dedicado a cualquier tema de la agenda es inversamente proporcional a su importancia.”

Aplicando estas tres leyes, podríamos gestionar nuestro tiempo de una manera más coherente para alcanzar nuestro propósito. Analógicamente, con el dinero ocurre algo similar y sin importar cuánto dinero ganemos, intentaremos cubrir ese monto con gastos. Pareciera ser que lo que planteó Adam Smith en 1776, de que «No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados«, es algo que podemos cambiar.

Aunque es cierto que los hallazgos empíricos concuerdan en que la gente más rica tiende a ser más feliz que la gente más pobre, los índices de felicidad han permanecido estables en el tiempo a pesar de los sorprendentes aumentos de la renta real de las personas. Aún así, la gente sigue hipotecando tiempo en favor de un futuro mejor, basado en lo material. Lo importante es no perder de vista el camino, aprovechar el hoy y dar siempre pequeños pasos que nos permitan avanzar equilibradamente y en paz hacia ese futuro que anhelamos, pero que nunca llega.

¿Cuántas veces estamos concentrados en el futuro y no aprovechamos los buenos momentos del presente? ¡La vida está sucediendo ahora!

¿Le crees al futuro?

Hace algunos días leí una entrevista que le hicieron recientemente al CEO de Apple, Tim Cook. También hace muy poco participé de dos eventos presenciales importantes, en Chile y Portugal. En ambos, uno de los principales temas que la mayoría de los expositores trataron fue el metaverso, mirado desde todos los ángulos. Sin embargo, en la entrevista a Cook, el había sido enfático en decir que «la próxima revolución de internet no sería el Metaverso«, como gran parte de la población informada cree.

Si le preguntamos a la gente qué es el metaverso, la mayoría podría dar una descripción general y acertada de lo que suponemos podría desarrollarse en los próximos 5 a 10 años en torno a este concepto: un mundo virtual donde la gente puede interactuar, jugar y comprar. Pero según Cook, lo que hoy entendemos de esto no permite garantizar la adopción masiva que presupone para el futuro inmediato y, por ser tan novedoso y «loco» a la vez, nos genera emociones que nos hacen sentir amenazados.

Para que algo sea adoptado con velocidad, debemos asegurarnos que encuentre un equilibrio aceptable entre lo extraño que pueda resultar y lo que consideramos aceptable para nosotros. Somos seres sociales, que necesitamos conectarnos y relacionarnos con otros, ser aceptados por nuestros pares, por lo que nuestro comportamiento está social y emocionalmente condicionado para ello, pero los avatares y los mundos virtuales no incorporan emocionalidad ni intenciones y son aún fríos. Necesitaremos una nueva forma de conectarnos. Hacer amigos en el metaverso es complejo, trabajoso y extraño, dice Cook.

Otro tema tiene relación con la identidad de nuestro ser, esa que traemos con nosotros y se alimenta de nuestra historia, por lo que varía poco en el tiempo. Es cierto que nuestra identidad real desaparecerá en el metaverso. O, mejor dicho, deberá ser reconstruida para relacionarnos con otros y con las marcas a través de los avatares, estos elementos que definirán nuestra representación e identidad en el mundo virtual. Ésta también deberá reconstruirse desde cero para enfrentar un nuevo tipo de relación, con reglas de interacción propias e individuales. Nace el concepto de Digital Persona, un cliente digital que se transformará en quién quiere ser y no en quién es, según la ocasión, siguiendo sus fantasías, deseos o el llamado «MetaEgo» que haya creado para definirse, un desafío no trivial para intentar comprender los gustos de los individuos virtuales. En términos prácticos, en el metaverso usaremos máscaras, tal cual se usaban en el teatro griego para identificar al personaje, proyectar su voz y resaltar sus emociones. Es paradójico que hablemos de «persona» y «máscara», dos términos que hoy son considerados opuestos. La máscara, así como el avatar, sirven para ocultar al personaje, para disfrazar la identidad.

Por ello, combinar elementos preexistentes con elementos virtuales, es decir, lo que hoy ya puede entregarnos la realidad aumentada (AR), podría ser la adopción más importante para los próximos años, tecnología que desataría la próxima revolución, antes que el metaverso. Al menos, esa es la apuesta del CEO de Apple. La gran diferencia, a mi juicio personal, es que esta tecnología, a diferencia de la realidad virtual a la que nos invitan con los metaversos, es un complemento a nuestra realidad, sin reemplazarla por completo ni aislarnos de ella, sin pretender disfrazar nuestra identidad y apariencia, pero perfeccionándola con mayor información y posibilidades de interacción para enriquecer nuestra experiencia en tiempo real.

Al dejar nuestro pasado y crearnos desde cero, perderíamos nuestra identidad narrativa y nuestro punto de apoyo para definir nuestros comportamientos, los que serían definidos en función de nuestros objetivos a lograr en el mundo virtual en cada momento y con cada interacción, sin que ello tenga mucha relación con quiénes realmente somos en nuestra vida real.

El tema parece aún confuso. No tengo dudas que en unos años más, no menos de diez, el metaverso será parte de nuestras vidas. Muchos están ya apostando por él y podemos ver cómo las marcas están tomando posiciones. Qué duda cabe. Mientras tanto, veremos acelerados desarrollos de tecnologías más cercanas a lo que nuestra mente es capaz de procesar y adoptar, hasta que la evolución nos permita dar ese gran salto esperado.

En la entrevista, Tim Cook termina con una frase y una pregunta que no me dejaron indiferente. «…seríamos víctimas de un extraño cóctel de crisis de identidad y fatiga de decisión. Y, realmente, ¿para qué?»

Por eso, si próximamente te encuentras hablando de metaversos, ya sabes lo que podrían llegar a ser, pero también tendrás claros los desafíos que implicará la real adopción masiva de esta tecnología. Mientras, seguiremos avanzando y evolucionando para que los humanos aceptemos y podamos adaptarnos a vivir con mundos paralelos, sin morir en el intento. ¿Será que tendremos que volver a la usanza del teatro griego, donde persona y máscara eran inseparables? Y tú ¿cuál crees que será la próxima revolución?

¿Sabes qué inspira tus ideas?

Casi todos los días me toca participar de alguna conversación en donde se habla de innovación, de creatividad y de ideas. Siempre llegamos al mismo punto, intentando entender el proceso creativo que lleva a las personas a innovar. Cuando me preguntan en qué momentos me vuelvo más creativo o se me ocurren «cosas», siempre respondo que la mayor cantidad de veces es durante la ducha, un momento personal e íntimo en donde la mente no está necesariamente trabajando ni contaminada con las actividades diarias.

Intentando analizar el origen de las ideas, llegué a concluir que éstas pueden provenir de distintas formas. La intuición, la comprensión que cada uno tiene del mundo, la combinación de ideas pasadas u otras observaciones que detectan asimetrías o necesidades no cubiertas. Incluso la estética puede ser un originador de grandes ideas y disrupciones, como lo fue la obsesión de Steve Jobs por la caligrafía y su diseño de Macintosh diez años más tarde. Lo interesante es que cuando una idea cruza lo que Steven Johnson, autor del libro «De dónde vienen las ideas«, denomina el posible adyacente, la evolución y la innovación se desencadena naturalmente. Se trata de combinar lo que es posible hoy con lo que está inmediatamente en ese futuro próximo o adyacente. El Mac fue el primer computador del mundo con tipografías bellas. El resto de la historia es conocida.

Pero si miramos las grandes invenciones de la historia, encontraremos un factor común. Al parecer, gran parte de ellas, incluido los computadores, nacieron a partir de la necesidad por jugar o entretenerse. La famosa «caja musical», que a partir de un rodillo codificado con pines permitía hacer sonar una melodía podría considerarse como la primera aproximación a lo que hoy conocemos como hardware y software. Cambiando el rodillo, cambias la música, es decir, el software o programa a ejecutarse.

Sin embargo, para que estas ideas se conviertan en reales innovaciones, útiles y resuelvan una real necesidad, deben evolucionar, pero no evolucionarán de manera natural a menos que las condiciones sean favorables para que germinen, como fue el origen de la vida misma hace millones de años atrás. La innovación no ocurre tampoco de la noche a la mañana, aunque algunos puedan creer en la generación espontánea. Por el contrario, se trata de una maduración lenta, que implica cambios en múltiples aspectos, como los sociales, culturales, tecnológicos, etc. La World Wide Web, cuyo padre fue Tim Berners-Lee al establecer la primera comunicación utilizando el protocolo http de internet, fue conectando pedazos de información y generando combinaciones que, después de más de diez años, originaron los principios de la internet que hoy conocemos. Puro ensayo y error.

Johnson asegura que el error es necesario para que surjan y evolucionen las ideas. De la misma forma como los genes se traspasan de padres a hijos, son las mutaciones de ellos, esos «errores», los que generan los grandes cambios en la evolución. La mayoría fallan, pero los que aciertan son los responsables de que la evolución no se estanque. Para mí está claro que los errores son el pavimento de las carreteras al éxito.

La reutilización de aprendizajes y errores pasados en nuevas aplicaciones o usos no convencionales es otra fuente de inspiración para la innovación, generando nuevas ideas a partir de aquellas antiguas o que no funcionaron. Muchas de las ideas más geniales han sido el resultado de algo que fue creado con un fin totalmente diferente. No todo debe ser tan original y muchas veces las piezas para innovación están ahí, sólo hay que juntarlas.

Por ello, cada vez que alguien me comenta que se encerrará con su equipo a realizar sesiones de brainstorming, mi cara me delata, cuya expresión revela mi pensamiento sobre las reales posibilidades de que desde allí salga una buena y original idea. Servirá para desarrollarla, sin duda, para permitir que evolucione y entender mejor la problemática en dónde podría ser aplicada, pero el germen inicial de ella hace rato habrá nacido en la mente de alguien, aunque él mismo no lo haya descubierto aún.

Todos somos influencers

En un mundo hiperconectado, en donde los likes y los amigos virtuales son símbolo de estatus, liderazgo, poder e influencia, se hace más necesario que nunca analizar la importancia de las relaciones reales y su valor. Esas personas que nos ayudan a crecer y a desafiarnos, motivándonos a ser mejores personas y profesionales, sin enviadas ni falsas corazas.

A Jim Rohn, exitoso empresario, autor y orador motivacional, mentor de destacados personajes, entre ellos Tony Robbins, se le reconoce mundialmente por la conocida frase «Eres la media de las 5 personas con las que pasas más tiempo«. Lo que esta frase nos dice, más allá de si estás o no de acuerdo, encierra una gran verdad.

Yo elijo rodearme de aquellos que sumen, o al menos no resten, de personas transparentes y sin dobleces, que luchan por superar el miedo y no tienen temor a mostrarse vulnerables. Hace algunos años, no muchos, decidí dejar atrás las relaciones tóxicas y a las personas hipócritas, esas que sólo restan. Desde entonces, me he distanciado de algunos que consideraba cercanos o incluso amigos, pero han entrado en mi vida muchas más personas que han logrado impactar en mi y en el propósito que me he plantado, con quienes hemos desarrollado relaciones de alto valor.

Es conocido que las personas tienden a parecerse a quienes las rodean y con quienes comparten más tiempo. Los hábitos y conductas que tenemos son contagiosos, por lo que nos asemejamos a las personas con las que pasamos más tiempo en nuestra vida.

A lo mejor nunca lo pensaste, pero te invito a que hagas una lista de esas cinco personas con las que más compartes, no familiares, y analiza sus gustos, intereses, desafíos, habilidades, conocimientos, hobbies, nivel sociocultural, etc. y verás que se parecen mucho a los tuyos. Junto a esta reflexión, analiza si están aportando positivamente a tu vida, más allá de lo entretenido que pueda ser pasar un rato con ellos. Piensa también si, por el contrario, pueden estar limitándote en tu crecimiento y desarrollo personal y en tu vida.

Jim Rohn señala que luego de conversaciones profundas o cotidianas con la gente que te rodea, estas personas comienzan a  influir en ti de cierta manera, sin que te des cuenta. La forma en que esto ocurre es que comenzarás a imitar algunos de sus hábitos, incluso cosas simples, como lo que comes, como te vistes o tu rutina de entrenamiento físico.

No se trata de que elijas a tus amigos por una ecuación de valor transaccional. No es eso lo que estoy diciendo aquí. Simplemente estoy sugiriendo, dado que nuestro tiempo es limitado, que si lo que buscas es un cambio transformacional o mejoras en tu vida, busques a las personas adecuadas para impulsar ese cambio, donde hace sentido que ellas tengan cualidades positivas y compartan tus valores. No olvides el poder de estas personas sobre ti, cuyos cambios se dan en períodos largos de tiempo y los que sólo notarás si tomas conciencia de ello y decides observarlo de manera racional.

Sigmund Freud dijo que «No elegimos a los otros al azar, nos encontramos con aquellos que ya existen en nuestro inconsciente». Nada es porque si, incluso cuando esas personas nos hacen daño, es porque algo debemos aprender de ellas. El inconsciente es involuntario a nuestro estado consciente y contiene toda la información de nuestra historia, con las creencias y paradigmas que se han formado en nuestro ser.

Ahora que hiciste el ejercicio anterior, ponte a pensar cuánto influyes en otros. A lo mejor eres una de esas 5 personas para mucha gente. Eso abre un espacio de responsabilidad en ti que no debes evadir. Es obvio que somos una de ellas para nuestros hijos, pero al igual que los niños imitan y aprenden del comportamiento de sus padres, estamos influyendo también en nuestra sociedad a través de esas personas sobre las cuales ejercemos influencia, por lo que tenemos el deber moral de influir de manera positiva y facilitarles el aprendizaje en su proceso personal de crecimiento.

Como puedes ver, sin pensarlo, todos somos influencers. Elige bien de quiénes quieres influenciarte y hazte cargo, responsablemente, por los que estés influenciando.