¿Te gustaría trabajar en una empresa sin jefes?

No es nada nuevo, pero pocas compañías se atreven a implementarlo. Se trata de un sistema organizativo basado en el liderazgo distribuido, que lleva más de 13 años adoptándose por distintas empresas en el mundo, como una forma de descentralizar la toma de decisiones, dar mayor autonomía y empoderamiento a las personas y, en consecuencia, mejorar los resultados de las empresas.

¿Es realmente posible una organización así? En este tema, como en la mayoría de las cosas, nos encontramos con detractores y promotores de este método de administración, el cual no cualquiera se atreve a implementar. Es contra-intuitivo de base pensar que una empresa no caerá en la anarquía y el caos sin la estructura tradicional, jerárquica y piramidal, donde las responsabilidades parecen estar mejor definidas.

En 2009 se redactó la primera  Constitución Holocracy https://www.holacracy.org/constitution, que define los principios y prácticas de este sistema organizativo. El modelo se basa en un conjunto de reglas, procesos, controles y pautas, un verdadero sistema operativo, en el que las unidades que lo componen se autoadministran y son autosuficientes, organizándose en células o círculos de trabajo, con roles y funciones claramente definidas. La idea es fomentar el liderazgo de cada trabajador para aumentar su eficiencia, agilidad, transparencia, emprendimiento, innovación y responsabilidad. El cómo se ejecuta el trabajo es determinado por cada individuo, donde el único rol superior está dado por un líder o lead link, quien debe asegurarse que el trabajo sea completado. Aquí se trata de saber exactamente de qué soy responsable, pero con la libertad de cumplir con ello como crea que es mejor, sin cuestionamientos. Por tanto, es una estructura en la que la toma de decisiones las toman los propios trabajadores y no las altas jerarquías, implicando así a los empleados en su trabajo.

Una de las empresas emblemáticas en el uso de holocracy es Zappos, la icónica tienda online de zapatos originaria de Las Vegas, quienes desde el 2015 lo están usando. Aunque no han estado libres de problemas, continúan usando esta herramientas y uno de los mayores logros está relacionado con el foco de los empleados en los clientes, accediendo a su feedback permanente para lograr un efecto WOW continuo con ellos.

Según ellos mismos comentan «..es que con a holocracia, hacemos lo implícito EXPLÍCITO! 🙂 O en otras palabras, usamos holocracia para expresar claramente nuestro trabajo, nuestras responsabilidades y nuestros propósitos.»

Son varios los ejemplos en donde la autogestión ha generado impacto positivo. Volvo, en una de sus plantas en Suecia, logró reducir en un 90% los defectos en 1987. FedEx redujo los errores de servicio en un 13% en 1989 y la Cía. de alimentos General Mills aumentó su productividad hasta en un 40% en las plantas que adoptaron este tipo de equipos.

El tema que parece más complejo de resolver es la comunicación entre los grupos o círculos de trabajo. Para asegurar la transmisión de información entre ellos, cada grupo de trabajo se vincula con los de mayor responsabilidad al compartir al menos dos de sus miembros. Es decir, dos personas funcionan como canales de transmisión de información entre dos grupos, para dar coherencia al proyecto. También, como los grupos de trabajo son por proyectos o áreas  y no por departamentos, es más fácil adaptar la estructura a las condiciones cambiantes de la organización. La idea es minimizar las reuniones, dejando sólo las imprescindibles, para lo cual la tecnología debe ser un facilitador relevante de estos procesos ya que se necesitan canales muy abiertos y funcionales.

Lo que las empresas siempre han soñado pareciera ser que la holocracia lo entrega. Ese añorado balance entre fiabilidad y flexibilidad, que elimina la concentración de poder en la zona superior de la pirámide y la distribuye en la organización, podría ser una buena respuesta a las organizaciones modernas y ágiles. Es por ello que se trata de un modelo mejor adaptado para funcionar en startups y empresas que hayan podido erradicar el ego y estén libres de burócratas, a veces abundantes en las corporaciones. Si quieres saber más de esto, puedes visitar  esta colección de artículos en Medium.

Es de esperar que el sacrifico en fiabilidad en pos de la velocidad y adaptabilidad no terminen pasándole la cuenta a las empresas cuando éstas se vuelven más grandes y complejas.

Libera tu mente: desaprende y vuelve a aprender

imagen: https://sproutsocial.com/

Desde que nacemos, no dejamos de aprender: Lo hacemos de nuestros padres, de nuestros profesores y de todo aquello que nos rodea. Es una constante de la cual nos sentiremos siempre satisfechos, ya que nos permite desarrollar nuevas habilidades y cultivar nuevas competencias, cada vez más necesarias en el cambiante mundo en el que vivimos.

Con la facilidad que hoy nos da la tecnología, más aún en tiempos de pandemia, la posibilidad de aprender se ha abierto y extendido a un universo mucho más amplio de personas, muchas de las cuales recién comienzan a descubrir lo fascinante que puede ser adentrarse en terrenos hasta ahora desconocidos para ellos.

Estamos en una economía del conocimiento. Ese es el activo más importante y más valorado hoy en día. Ya lo predijo Peter Drucker en 1957: «El activo más valioso en una institución del siglo XXI, sea con o sin fines de lucro, será el conocimiento de sus empleados y su productividad». Por ello, es la información, que con sus infinitas posibilidades de transformación en conocimiento y valor, la que domina todos los ámbitos industriales.

En tiempos de cambios acelerados e impredecibles, como los que vivimos hoy, bien vale preguntarse cuánto de los aprendido nos servirá para enfrentar el futuro. Es probable que tengamos que adaptar nuestros conocimientos y nuestras conductas para poder establecer un nuevo modelo de vida, ante un cada vez más impredecible futuro.

¿Y si en vez de adaptarnos, desaprendemos? Es lo que muchos postulan como la mejor forma de adaptación posible. No se trata de olvidar o despreciar todo lo aprendido en épocas pasadas, sino que más bien se trata de generar un razonamiento lógico más crítico respecto de lo que hasta ahora nos había hecho sentido y había funcionado. Se trata de reaprender, hacer un rewind & reset a muchos de los paradigmas que nos impiden desarrollarnos y modificar nuestras estructuras, para hacer un mejor calce con la sociedad actual y los cambios que nos deparará.

Es evidente, por ejemplo, que un gerente de recursos humanos, ya no puede pensar como lo hacía en el siglo pasado y hoy tendrá que preocuparse de otros aspectos que van mucho más allá del desempeño, como lo son los horarios flexibles, la gestión del conocimiento, el talento y la conciliación trabajo-familia, entre mucho otros. De la misma forma, quien hoy no domine las tecnologías, simplemente será excluido del sistema y, por supuesto, del mercado laboral.

Como nada es para siempre y menos aún el conocimiento, tendremos que aprender a desaprender, como la única forma de crecer personal y profesionalmente, eliminando de nuestra memoria todas aquellas ideas obsoletas e innecesarias , atemporales o equivocadas, para movernos a un modelo de mayor innovación a través del reaprendizaje.

El concepto es simple de explicar, pero no por eso tan fácil de realizar. Se trata de dejar de hacer lo mismo de la misma manera como lo hacíamos hasta ahora, buscando nuevos caminos alternativos, que rompan viejos paradigmas y limitaciones que nos impiden pensar de manera crítica e innovadora.

Parece mentira que hace poco más de cien años, la gente no tenía idea de cómo heredamos y transmitimos nuestros rasgos a nuestros hijos. Tampoco sabía por qué existe la gravedad, ni mucho menos que los átomos tenían una estructura molecular. Pero, ¿para qué viajamos tan lejos al pasado, si basta mirar los últimos 50 años para ejemplificar esto? La mayoría de nosotros nació sin celulares ni TV a color, menos internet. Nuestras conductas y conocimientos han tenido que adecuarse a esta revolución digital y, quienes no lo hicieron, simplemente quedaron fuera del juego.

Es claro entonces que en el mundo empresarial, las personas deberán desaprender sus viejos hábitos para adaptarse a un aprendizaje más ágil y colaborativo, un aprendizaje continuo en realidad, como una nueva forma de aproximación al trabajo. Y lo deberemos hacer para poder subsistir y porque ya comenzamos a aceptar que nuestro conocimiento actual no es suficiente para alcanzar nuestro potencial.

Entonces, comencemos a desarrollar un optimismo constructivo, lo que no significa obviar los problemas. Muy por el contrario, significa buscar alternativas. No creas todo lo que piensas, cuestiona lo que ves, lo que no ves y tus propias decisiones. Cuestiona lo que estás haciendo ahora y mucho más la forma en que has venido haciendo las cosas, cuestiona lo que hayas aprendido y lo que no, cuestiona tu actitud ante la vida y tus propias acciones. Cuestiónalo todo!.

Lo importante es saber que este proceso de cambio, de desaprender y aprender, no ocurrirá a menos que tomemos la decisión de hacerlo. Está en nuestras manos y nuestra voluntad decidir si nos adaptamos a estas nuevas exigencias del mercado. O no.

Mis heridas de guerra

Las heridas de guerra representan, metafóricamente, el paso de una persona por una situación dura y difícil, estresante, y a la cual se pudo sobreponer para salir con vida, a pesar de las dificultades con las que se encontró en el camino.

Son marcas que no se borran con el tiempo. Por el contrario, están ahí para recordarnos esos momentos difíciles, las emociones que se sintieron y las decisiones que se tomaron para avanzar o cambiar el destino de los hechos. Esas mismas decisiones son las que, con la perspectiva del tiempo, se convierten en aprendizajes sólidos de vida, lo que llamamos comúnmente, experiencia.

Los romanos cuando volvían de las campañas desfilaban por la ciudad, exhibiendo con orgullo sus heridas de guerra. Éstas, con el tiempo, se transformaron en marcas sobre las armaduras y corresponden a las medallas que se lucen todo el tiempo. Como ves, el concepto de este post no es nada nuevo.?

Todos en nuestra vida pasamos alguna vez por situaciones difíciles que nos dejan heridas de guerra. Lo importante es haber podido sobreponerse a ellas y haber crecido en el proceso, para que éstas hayan tenido algún sentido y se hayan transformado en la experiencia que tanto buscamos. Ahora ya sabemos que no existe tal experiencia sin estas heridas.

Después de muchos años emprendiendo, recientemente dejé la empresa que lideré por más de 20 años, Mapcity, y que se convirtió en una parte importante de mi vida, personal, familiar y profesional. Los últimos tres años y medio, después de haber vendido una parte mayoritaria de ésta a una corporación estadounidense, Equifax, estuve a cargo de liderar la empresa y los procesos de integración y generación de sinergia entre ambas compañías, para terminar vendiendo finalmente la totalidad de la firma hace sólo algunos días.

El paso de emprendedor a ejecutivo corporativo no fue nada fácil. Aspectos que dificultan la transición tienen que ver principalmente con temas culturales, pérdida de control y aspectos que hacen más compleja y lenta la captura de oportunidades, como estaba acostumbrado a aprovechar en Mapcity cada vez que las veía asomarse. La innovación corporativa definitivamente no es igual a la innovación en una startup o una pyme, lo que a veces puede llevar a la frustración del emprendedor, quien posee la visión, pero no necesariamente todo el dominio de la gestión.

Por otro lado, la capacidad de una corporación para enfrentar los desafíos del mercado y movilizarse para cumplir los objetivos de desempeño, resultan excepcionales. Si antes quería creer que había personas clave dentro de mi empresa, irreemplazables a lo mejor, hoy sé que esto no es cierto. Cuando la maquinaria está bien aceitada y existen los recursos, todo puede transformarse de la noche a la mañana, pero la esencia de la compañía seguirá intacta. Esa misma capacidad que le permite mantenerse inalterable a los movimientos internos, es la que también puede jugar en contra, impidiendo que existan cambios culturales importantes y necesarios, para facilitar la adaptación a los nuevos mercados o a las disrupciones del mismo.

Entender que el «gut feeling» ya no es un recurso válido para tirarse a la piscina, a veces con poca agua, dificulta fuertemente el aprovechamiento de las oportunidades. Un estudio reciente en más de 200 startups realizado por el inversionista estadounidense Bill Gross, fundador de IdealLab, demostró que el factor que más diferenciaba a las startups exitosas de aquellas que habían fracasado, era el timming. Esto es, la importancia que le daban sus líderes al momento en que innovaban y salían con un nuevo producto al mercado. Por eso es tan importante la delgada línea que existe entre el análisis y la parálisis, a la que muchas veces se ven enfrentadas las organizaciones, cómodas en su «core business«.

Estar permanentemente exigido es algo que no me incomoda, es más, me gusta mucho sentirlo. Eso si, necesito sentir que estoy haciendo algo relevante para el negocio y con aporte de valor, para que el esfuerzo valga la pena. Mi paso por una corporación tuvo de ambos sabores. No siempre me sentí lo útil que quería y no siempre sentí que mi aporte estaba cercano a mi potencial. Imagino que a muchos les ha pasado. Pero, sin embargo, en todo momento me sentí exigido, muchas veces en aspectos a los que no estaba habituado, lo que me obligó a estudiar y a exigirme aún más, para aprender y poder cumplir con mis expectativas y las del resto del equipo.

Frecuentemente escuchamos que el aprendizaje se genera cuando nos salimos de la zona de confort. Esto no ha podido ser más cierto en mi caso. Las zonas de confort son distintas para cada persona, las que dependen de lo que mejor sabemos hacer y dónde somos particularmente buenos. Para mí, antes de la vida corporativa, mi zona de confort era estar en riesgo permanente, con desafíos de supervivencia, pero con un propósito claro. No se trataba de dinero, se trataba de lograr objetivos de impacto, que afectaran de verdad a las personas y el entorno, más allá de los resultados financieros de corto plazo.

Para otros, salir del mundo corporativo a emprender puede significar exactamente lo mismo, salirse de su vida confortable y «aparentemente» segura. Miedo y stress a lo desconocido, a la incertidumbre y el riesgo. Ambas, la vida corporativa y la del emprendedor, constituyen dos faunas completamente diferentes y complementarias, donde las habilidades y capacidades (o llamadas skills) necesarias para navegar en cada una de ellos son totalmente distintas y la mayoría de las veces, opuestas. Lo bueno es que de ambas habilidades necesita el mundo.

No puedo más que agradecer por la etapa que recién termino. Si no fuera por ella, no sería «ambidiestro». Fue sin duda de un tremendo aprendizaje, en donde conocí además a grandes personas y amigos. Me dejó «heridas de guerra», si, pero que hoy puedo lucirlas con gran orgullo. Gracias a todos lo que lo hicieron posible y me ayudaron en el camino. Gracias Equifax y mucho éxito con Mapcity.

Para vender, aprende a contar historias

Storyselling es el nombre técnico que le damos al arte de contar historias, esperando que, quien las escucha, ejecute una acción que finalice en una compra de nuestro producto. Es el conocido arte de storytelling, pero asociado a la conversión.

Imagen: Patel 2017

¿Nunca te ha llamado la atención la gente que subasta prendas de ropa, artículos o automóviles que anteriormente pertenecieron a personajes famosos, grandes políticos o estrellas de cine? A ellos no les interesa la pieza en particular o el kilometraje del auto que están comprando; ellos quieren ser parte de la historia de los personajes a quienes admiran.

En tiempos de «infoxicación», en donde estamos bombardeados de mensajes, publicidad, podcasts, videos y, últimamente, muchísimos webinars, cada vez se nos hace más difícil captar la atención de nuestra audiencia. Y para ellos, que nos escuchan, también es difícil recordar los mensajes que reciben. La manera más efectiva de destacar es a través de las historias.

Pero, ¿por qué funcionan las historias?

Las investigaciones aseguran que nuestro cerebro no está cableado para retener hechos o datos por mucho tiempo. En cambio, sí está construido para retener historias. Y las historias son viajes que nos permiten trasladarnos en nuestra mente a distintas dimensiones del espacio-tiempo, actuando sobre nuestro cerebro y liberando sustancias químicas que nos hacen sentir distintas emociones, tales como la empatía, el afecto, la felicidad, la pena o el miedo, entre muchas otras.

El neuromarketing explica de manera precisa la relación entra las emociones de la audiencia y la capacidad de relacionar dicha emoción con una marca, producto o servicio, la que puede resultar persuasiva e incluso inducir a la acción de una compra. Investigadores de la Universidad de Claremomnt, en California, descubrieron que las historias tienen la capacidad de activar la hormona oxytocina en nuestro cerebro, llamada también la «hormona del amor», porque se asocia a la bondad, al romanticismo y al sexo en el ser humano.

Pero para lograr el resultado esperado, es fundamental darle significado al producto o servicio que queremos vender, que de otra forma sería impersonal. Hay que esforzarse por hacer una conexión emocional y lógica con la audiencia.

Una de las escenas que mejor refleja el uso de esta técnica es la que aparece en la icónica película Mad Men, cuando Don Draper presenta a ejecutivos de Kodak un novedoso sistema de carrousel para su proyector de diapositivas. Lo hace a través de una historia personal, que despierta todo tipo de emociones en ellos, logrando cautivarlos y captar su interés de manera sobresaliente.

“Las personas se convierten en los relatos que escuchan y los relatos que cuentan” –  Elie Wiesel, escritor húngaro sobreviviente de campos de concentración.

Construyendo tu historia

Una historia debe tener siempre un héroe, el personaje principal, que normalmente será tu cliente.

Debe existir un contexto donde se desarrolla la historia y un conflicto a resolver, alguna causa por la cual luchar. Esta causa es lo que nuestro producto resolverá. Es el dolor del cliente. Nike, por ejemplo, ayuda a convertir a sus consumidores en atletas, Uber los ayuda a llegar a tiempo a sus juntas  y los teléfonos de Samsung hacen la vida más sencilla a sus usuarios. En todos los casos anteriores, la empresa es el guía que ayuda al consumidor a superar el problema.

Hay una historia sobresaliente, memorable, asociada a Steve Jobs, que me gustaría compartir contigo:

Cuando Apple estaba trabajando en su primer iPod, sus ingenieros le presentaron a Steve Jobs un prototipo (DeMeyere 2011). Después de un cuidadoso examen, el creador de Apple no se sorprendió. En su opinión, el dispositivo era demasiado grande.

No le convenció la explicación de que un aparato tan poderoso y complicado no podía ser más pequeño y que todos los componentes necesarios no cabrían en él de otra manera. Como respuesta a tal afirmación, Jobs se acercó a una pecera y dejó caer el prototipo del iPod en ella. Mientras el dispositivo se hundía comenzaron e emerger burbujas de aire. Cuando el iPod llegó al fondo, Steve Jobs dijo:


«Esas son burbujas de aire. Eso significa que hay espacio ahí dentro. Hazlo más pequeño.» – Steve Jobs

Jobs sabía muy bien lo que quería para sus clientes y lo que ellos amarían como producto. Es importante conocer muy bien al cliente, sus dolores y el viaje que realiza hasta llegar a la compra. El customer journey es importante porque recoge las interacciones y las etapas por la que pasa un cliente hasta que toma la decisión final. El es el protagonista de nuestra historia. Entonces, debemos ponernos en su lugar y permitir que él se refleje en la historia que contamos, que la haga propia. Y solo lo podremos hacer si conocemos su viaje, sus aprehensiones, emociones, pensamientos. 

Al final del viaje, una vez que logramos resolver el conflicto, el héroe saldrá victorioso gracias a nosotros como marca. Es ahí donde la audiencia se siente parte y se identifica, logrando la conexión emocional que buscamos, con lo que estaremos mucho más cerca de conseguir un nuevo cliente.

Por eso, ya sabes, si quieres convencer, cuenta una historia simple, auténtica y relevante. Es infinitamente más eficaz apelar a la emoción que a la razón. 

Te invito a escuchar la conversación que sostuvimos con Cristián «Ritalin» Leon y Daniel Halpern sobre este tema en «Ideas que hablan» de la Fac. de Comunicaciones de la UC :

https://www.linkedin.com/posts/danielhalpernjelin_ideas-que-hablan-activity-6688472915740028928-SY5w

¿Emprender o Emplearse? una pregunta que se repite

En estas últimas semanas he escuchado a mucha gente que está preguntándose si es un buen momento para emprender y algunos me han llamado para pedirme uno que otro consejo o ayudarlos a despejar ideas.

Decidí escribir este post a raíz de mi participación en un panel de https://www.conectamasfiis.com/ , que intentaba responder a los asistentes al webinar, junto a otros destacados profesionales, esta difícil y recurrente pregunta que muchos se hacen hoy.

Algunos, por obligación, han tenido que buscar nuevas formas de sustento, pero otros, aunque con trabajo «seguro», están en búsqueda. Pero ¿en búsqueda de qué?

Justamente en esta pregunta creo está el secreto. En mi opinión, la decisión sobre si emprender o emplearse más pasa por un tema de actitud y autoconocimiento profundo de ti mismo, que te ayude a encontrar lo que te apasiona y te hace feliz, que por una mera decisión arbitraria. Parece un poco cliché, pero veamos a qué me refiero.

Cuando uno hace algo con pasión, lo hará como nadie más y lo disfrutará. Estoy seguro que el dinero no será la motivación principal, pero en cambio, el dinero fluirá hacía él como consecuencia de aquello. Mucha gente confunde lo que le gusta con lo que le apasiona. Pero son dos cosas muy distintas. Lo primero te aburrirá, tarde o temprano (como cuando comes un pastel de chocolate, un rico plato de comida china o peruana. No podrás repetirlo todos los días). En cambio, lo segundo, lo que te apasiona, es lo que te lleva a levantarte todos los días, con ganas, incluso antes de que suene el despertador, y es lo que te entusiasma, por siempre, sin aburrirte.

Cuando uno hace algo con pasión, lo hará como nadie más y lo disfrutará. Estoy seguro que el dinero no será la motivación principal, pero en cambio, el dinero fluirá hacía él como consecuencia de aquello. Mucha gente confunde lo que le gusta con lo que le apasiona.

Pero ¿basta la pasión para tomar la decisión? Probablemente no. Otros aspectos pueden ser relevantes para inclinar la decisión en uno u otro sentido. No es lo mismo emprender a los 30 que a los 50. Ambos tienen las mismas posibilidades de éxito, no así las mismas responsabilidades individuales como seres humanos. Si tienes una familia que sostener y no cuentas con financiamiento de largo plazo, puede que el riesgo sea demasiado alto para ti y, por ende, esa opción será descartada sin ni siquiera evaluar la oportunidad. Es conocido el antecedente empírico de que el 75% de las empresas fracasan antes del 3er año, dato recogido de Bloomberg. Entonces, pregúntate ¿Estás preparado para manejar esa frustración y además tienes la suficiente tolerancia al riesgo como para aceptar anticipadamente que las probabilidades juegan en tu contra?

Por otro lado, si decides emplearte debes considerar que una empresa grande te entregará muchas herramientas que serán de alto valor en el futuro, por lo que recomiendo firmemente pasar por esa experiencia alguna vez. A Los emprendedores nos motiva generar cambios positivos en nuestros entornos y dar valor agregado a lo que hacemos, lo que va de la mano de la innovación. Si la empresa en la que estás no te provee de ese entorno flexible y tu eres emprendedor, te desmotivarás rápidamente al no sentirte desafiado en lo que haces.

Este es un gran desafío para las empresas modernas, ya que no se trata solo de este grupo de personas y profesionales con alma emprendedora. Los millenials, que hoy conforman gran parte de la fuerza laboral, es una generación muy distinta a la que hoy dirige las grandes empresas. Ellos no negocian salario, negocian flexibilidad. Valoran tiempo, vacaciones y la vida misma. El viejo modelo de full life employment, como en Japón, dejó de ser un referente a seguir.

Es importante  que las empresas, si quieren captar y retener ese talento, se modernicen y aprendan a gestionar a este nuevo empleado, del cual conocen muy poco. Deben romper viejas estructuras y ser más abiertos, generando confianza en la comunicación para generar ese fit cultural tan necesario para retenerlos.

Pero las empresas también pueden tener emprendedores en sus filas, los que por cierto resultan muy valiosos para ellas. Las empresas más importantes del mundo los tienen por montones (se llaman intrapreneurs), pero saben que necesitan concederles estos preciados espacios de creación y de construcción de visión. Una conducta que además se contagia y la compañía completa se sintoniza con esa forma de trabajar y pensar, transformando a todos en agentes de innovación. Lo interesante es que a los innovadores no necesitas decirles que lo sean, debes permitirles que lo sean. En Google, por ejemplo el 20% del tiempo de trabajo se dedica a eso, a pensar en nuevas ideas. Es tiempo libre, administrado por los mismos empleados. Varios productos exitosos, como Google News o Street View, han sido fruto de estos procesos de creatividad libres, que no tienen asociado un caso de negocio ni presión por la rentabilidad de corto plazo.

Como consejo final, para avanzar en encontrar tu pasión y tu propósito, te recomiendo que pienses en qué te hace único en el hacer. Qué admira el resto en lo que haces, no en lo que eres (puedes hacerle la pregunta a 10 personas que te conozcan, yo lo hice. Es fantástico!). Eso que resulte como factor común, es lo que debes desarrollar. A partir de eso comienza a descubrir y entregarte a tu pasión, ya sea empleándote en una compañía o creando la tuya propia. El mundo necesita de ambos tipos de personas, así que cualquiera sea el resultado de tu experimento, lo importante es que emerja la mejor versión de ti y te entregues al máximo en lo que decidas hacer.

Una invitación a Pensar

Hay muchas frases célebres que solemos escuchar en charlas y que recurrentemente nos invitan a pensar y reflexionar sobre nuestras vidas, valores y propósitos. Creo que ninguna de ellas puede calzar mejor con el momento que estamos viviendo, atribuida a Charles Darwin, que nos dice que «no son las especies más fuertes ni las más inteligentes las que sobreviven, sino que aquellas que mejor se adaptan al cambio».

Recientemente recibí una invitación a pensar (si, una invitación a pensar), de parte de la consultora Roadmap*, la que me motivó a escribir este artículo. Espero que los lectores también puedan reflexionar, a través de estas ideas, cómo deberíamos repensar el mundo post-pandemia.

Nuestra actitud respecto de la pandemia ha pasado de una que esperaba que esto pasara rápido, a otra que nos asegura que esto no pasará, no del todo al menos, y que deberemos necesariamente adaptarnos a una nueva forma de vivir y trabajar. Aún no sabemos cómo será realmente, pero sí podemos estar seguros que nos obligará a cambiar. Lo interesante es que algunos, los más optimistas a lo mejor, ya comenzamos a ver «el vaso medio lleno» de esta situación y cambio. No todo se ve tan negro al parecer.

Nos pudimos dar cuenta que podemos, por ejemplo, vivir con menos cosas materiales. Las nuevas conductas de consumo así lo demuestran, ya que hemos podido sobrevivir comprando lo justo y necesario, lo básico. ¿Nos llevará este cambio a disminuir nuestro consumo de artículos suntuarios y lujo por ejemplo? Hemos visto el valor de los espacios de concentración y trabajo en los hogares, lo que unido a la menor movilidad, podría llevarnos a una nueva definición de ciudad, diseño de oficinas, de estilo de vida y rediseño funcional de nuestros hogares. ¿Estaremos en el futuro más dispuestos a vivir más lejos de todo, pero en casas más grandes?

En el ámbito empresarial, deberemos aprender a trabajar de manera virtual, pero con toque humano, aprendiendo a separar nuestro tiempo de trabajo de nuestro tiempo de familia y recreación, cuando los límites entre ambos ya comienzan a desaparecer. En el ámbito educativo, la educación a distancia, que no era suficientemente valorada por todos, ya es una realidad y toma cada día más fuerza, validando su potencial. Y suma y sigue.

Me pregunto si esta pandemia está actuando como un mero acelerador de una reconfiguración total del orden social mundial, que iba a suceder tarde o temprano, o hay aspectos de cambio que no iban a ocurrir tan fácilmente por la simple convicción y acción humana. Por lo tanto, de ser esto último, ¿podría concluir que era un mal necesario?

En nuestras relaciones personales, ya hay indicios de que cambiamos. En una encuesta reciente en Estados Unidos, el 43% manifestó que espera en el mediano plazo no volver más a dar la mano y el 41% dijo que espera no tener que volver a besar en la mejilla a modo de saludo. ¿ Vendrá entonces también un rediseño de nuestras relaciones sociales ?

Al nivel de nuestra escala de valores, pareciera que también somos, al menos por ahora, mejores personas. Según un reciente estudio, el sentido de responsabilidad subió un 62%, la solidaridad un 51% y así con otros valores, sumando la resiliencia, la colaboración y la empatía. ¿Podremos sostener en el tiempo esta supuesta mejora, al menos temporalmente, de la humanidad?

En el mundo laboral, la necesidad de subsistencia está generando el nacimiento de nuevos emprendimientos y empresas. Nunca en la historia se habían registrado tantos dominios «.cl» como en el mes de mayo recién pasado, con un 60% más que un mes normal promedio. Vemos que hay una creciente actividad en el mundo digital y deseos de emprender, por necesidad o voluntad, por lo que me atrevo a volver a hacer las preguntas que plantee en mi libro «Piensa al Revés», lanzado hace justo un año, las que no solo siguen estando vigentes, sino que considero son absolutamente necesarias para enfrentar los desafíos inciertos que viviremos como sociedad y como personas.

Dada esta nueva realidad adaptativa, les expongo estas cinco preguntas que creo hoy cualquier emprendedor o líder debería saber responder respecto de su proyecto o idea. No recuerdo bien ahora el origen de la compilación de estas preguntas, pero son las que hoy me hace sentido cuestionarme cada vez que me enfrento a una nueva iniciativa que creo podría cambiar el “tablero de juego”. La primera es obvia, pero las siguientes no lo son tanto. Si no tienes respuesta ahora para todas, no importa, puedes avanzar en tu idea, no hay problema. Al menos, eso sí, piensa en ellas.

-¿Cuál es el problema que estás tratando de resolver?

-¿Por qué y cómo surgió el problema?

-¿Si tienes éxito en resolverlo, qué cambios experimentará el mercado?

-¿Cómo será el mundo diferente si tu idea resuelve el problema?

-¿Quién desaparecerá o verá disminuir su participación de mercado si tu idea prospera?

La última de las preguntas es una de las más interesantes desde mi perspectiva. Cada nueva idea y oportunidad en el mercado hace que otro tenga que sufrir o adaptarse si no quiere morir. Y ese “otro” puede ser alguien que ni siquiera tienes ahora en tu mente ni lo visualizas como competidor. De hecho, no es necesario que lo sea; puede ser cualquiera. Por lo tanto, si tu idea impacta a algún jugador actual, ya está bien encaminada.

Ya sea en tu ámbito personal, familiar, profesional o empresarial, no pierdas la oportunidad de reflexionar y aprender. De cada uno de nosotros dependerá cómo navegaremos el futuro, el que sin duda vendrá lleno de cambios y oportunidades en todos los campos imaginables.

Hoy no podemos asegurar ni definir ese futuro, pero sí podemos plantear escenarios posibles, para adelantarnos a ellos y buscar los mejores caminos que nos permitan lograr navegar en el nuevo modelo de sociedad que tendremos, una vez que todo esto pase. Como dijo Yuval Noah Harari : «las decisiones de hoy serán cruciales para definir nuestro futuro».

*Este artículo nace de una «invitación a pensar», https://www.findtheroadmap.com/.

¿Cambió Chile?

Cuando aún no nos comenzábamos a recuperar de la crisis social iniciada el 18 de Octubre pasado, cuando la consigna era que Chile cambió, nos llegó una nueva crisis, esta vez más compleja de manejar y con graves efectos, de alcance global, tanto económicos como de salud.

La buena noticia, si buscamos mirar el vaso medio lleno, es que al parecer Chile sí cambió. Una reciente encuesta sobre las prioridades y cambios en la escala de valores de las personas al menos así parece demostrarlo. El sentido de responsabilidad aumentó un 62%, seguido por la empatía y la solidaridad, ambas en más del 50%. Otros atributos que subieron en la escala de valores son la resiliencia, la valentía, la tolerancia y la colaboración.

La valorización de la familia y la importancia de cuidarnos pasó a ser un objetivo colectivo, pero gestionado de manera individual, evitando la movilidad a toda costa, factor crítico de prevención del contagio.

Es por ello que vemos que, como resultado de lo anterior, los locales y almacenes de barrio han visto incrementadas sus ventas de manera importante, alcanzando un 31% de participación en marzo pasado, lo que ha continuado creciendo en los meses siguientes. Por el contrario, el llamado canal moderno, representado por los supermercados, perdió nada menos que un 20% de la canasta de gasto en el mismo período, donde una buena parte fue a parar al canal tradicional y al e-commerce.

La crisis social distanció los supermercados de la gente más humilde, donde muchos de ellos fueros saqueados o quemados y no volverán a abrir, dejando comunas completas sin acceso a ellos. Es ahí donde la proximidad de los locales de barrio cobra relevancia, lo que se incrementó debido a las restricciones de movilidad impuestas por las autoridades.

La solución para una gran mayoría (y lamentablemente no para todos) ha llegado a través del uso de la tecnología, a través de la compra y venta remota. Se estima que más de 160 mil hogares nuevos se incorporaron a esta modalidad de compra, lo que representa mas de un 4% de crecimiento, en apenas unas pocas semanas. Algo insospechado en época pre-crisis.

Con estos datos, podemos decir que Chile sí cambió. El mundo entero cambió. Como una ola que revienta fuerte sobre el mar, nos llevó a todos, sin darnos cuenta, a cambiar nuestras preferencias y conductas, con mayor resiliencia y aceptación, pero sin dejarnos inmóviles. Las grandes diferencias de conductas las veremos entre quienes dirán que esto los destruyó y quienes ya están actuando para salir de ello y poder reinventarse. Miles de emprendedores ya están nuevamente poniéndose de pie, se están creando nuevos mercados, nuevas empresas que, no tengo dudas, modificarán para siempre la dinámica de la oferta y la demanda que conocíamos hasta ahora.

Ojalá este cambio nos permita desarrollarnos más y mejor como país. Ojalá esta digitalización obligatoria a la que hemos sido llevadas las personas y las empresas, nos permita también aprovechar las oportunidades que todas las crisis traen consigo. Ojalá estos cambios, motivados por la fragilidad, ahora más evidente, que tenemos los seres humanos como especie, nos permitan construir un país más justo y menos individualista.

Quiero creer que el cambio en los valores no será parecido a esa ola, que una vez que revienta, simplemente desaparece, como si nunca hubiese existido dejando apenas una estela como recuerdo de su pasar. Es de esperar que nos deje la huella permanente de un golpe fuerte de timón, que nos enseña y nos deja una lección para la vida: la de ser mejores personas, más fuertes y comprometidas con el prójimo y el medioambiente.­­­­

Crisis = Oportunidad

Han pasado más de dos meses desde la primera detección de un caso de Covid-19 en Chile. Desde entonces, la ansiedad e incertidumbre han sido las emociones que nos han embargado día a día y que se han tomado la agenda pública y privada, hasta la intimidad de nuestros hogares. Nuestras conversaciones rondan en torno a las novedades y cambios de la situación diaria, intentando con ello comprender y descifrar el alcance que deparará la era post pandemia.

Ya hemos comenzado a hablar del síndrome de la sindemia. Este término se refiere a la exposición por parte de la población a dos o más problemas de salud generados a partir de eventos concurrentes o secuenciales, como los vividos por los chilenos en los últimos 8 meses, desde el estallido social del 18-O, pasando por la crisis sanitaria actual y, finalmente, la crisis económica que inevitablemente viviremos.

No sabemos aún qué consecuencias psicológicas nos traerán estos problemas en nuestros contextos sociales y económicos. Lo que sí es claro es que la solución a ellos la tendremos que construir todos, en comunidad y colaboración, donde la correcta actitud y comportamiento individual son fundamentales.

Toda crisis trae oportunidades. De eso no hay dudas, aunque a veces cueste ver la luz al final del túnel, más aún cuando no conoces el largo de este último. Muchas empresas lo entienden así y están abordando esta contingencia con diversas fórmulas. Podríamos decir que han intentado reinventarse en algún aspecto, con la idea de subsistir, seguir produciendo y desarrollando sus actividades. Desde sus modelos de trabajo, ahora en modo remoto y apoyándose fuertemente de la tecnología, hasta sus modelos de negocio, ofreciendo una propuesta de valor distinta al mercado.

Esto no ha sido ajeno a las Pymes y mucho menos a quienes han tenido que buscar nuevas fuentes de ingresos, ante la merma o pérdida de su fuente original. Restaurantes transformados en bodegas de venta de alimentos, o vendedores convertidos en chefs, son parte de la oferta habitual que vemos circular, muchas veces con improvisados flyers, en nuestras redes sociales y grupos de Whastapp.

Esta es la llamada «nueva normalidad» a la que nos enfrentamos y de la cual nadie puede predecir los cambios conductuales que provocará. Sin embargo, es claro que este escenario nos traerá nuevas oportunidades de negocios. El llamado es a llevar nuestra mirada fuera de nuestro ombligo y escuchar las necesidades de la gente. Sólo así podremos entender sus dolores, esos mismos que darán origen a los negocios del futuro.

Tengo un ejemplo cercano que refleja esta idea. Un amigo, que ofrecía clases presenciales de una nueva forma de entrenamiento físico, se encontraba hace algunos meses buscando la forma de asociarse con gimnasios para poder conseguir alumnos, para algún día, poder abrir el suyo propio. Hoy, hace sus clases a través de Zoom y sus alumnos se conectan todos los días de todas partes del mundo. Su idea original, ya perdió sentido. Pero en vez de haberse echado a morir cuando se restringió la apertura de gimnasios, vio la oportunidad y se puso manos a la obra.

Todo es un tema de actitud, de Jutzpá, esa motivación inagotable a ir por más y no conformarte. Sólo en esa búsqueda incesante, encontrarás el camino correcto y, por qué no, probablemente también tu libertad empresarial.

La culpa es del crecimiento exponencial

Mucho se ha hablado en las últimas semanas sobre el crecimiento exponencial. Si analizamos su significado en el mundo de los negocios, podemos entenderlo al darnos cuenta que llegamos a un momento en el cual el pasado ya no nos permite proyectar el futuro. Al menos para mí es imposible predecir qué va a pasar con los modelos de negocios, con los productos y servicios o con los consumidores en los próximos años. Lo que sí sé muy bien es lo que no va a pasar: cambios secuenciales.

Los cambios secuenciales, por los cuales alguien comenzaba un negocio con un punto de venta, luego dos, luego tres y, al cabo de 10 años contaba con una pequeña cadena de locales, ya no los veremos más. Ahora vivimos cambios exponenciales: un emprendedor comienza un negocio con una idea y la tecnología se encarga de disminuir la relevancia de los puntos de venta presenciales, llevando la oferta a mil millones de usuarios en 24 horas, a un costo muy bajo.

La realidad es exponencial, no secuencial. Sin embargo, nuestra visión y nuestra manera de pensar, por la formación que recibimos y nuestra historia, no consigue ver con claridad los procesos exponenciales; sólo ve y entiende los cambios secuenciales. Es decir, tengo A, obtengo A+1, luego A+2, A+3, etc. Para entenderlo de mejor forma, imagina que caminamos 30 pasos. Al cabo de ello habremos avanzado unos 30 metros. Si pudiéramos caminar de manera exponencial, de tal forma que cada nuevo paso duplique en distancia al paso anterior (1, 2, 4, 8, 16, etc.), en 30 pasos exponenciales habremos recorrido nada menos que la distancia equivalente a 26 vueltas a la tierra!.

La crisis sanitaria que vivimos hoy, cuya curva de contagio también es exponencial, nos demuestra la velocidad a la que se propaga el virus, para muchos difícil de entender y, por ende, tampoco le dan la seriedad que merece el tema. La siguiente figura es una representación del crecimiento exponencial, que podría ser aplicable al Covid-19.

Este crecimiento exponencial es el que nos tiene hoy confinados en nuestras casas y ha hecho que nuestro comportamiento y escala de prioridades cambien tan dramáticamente. Nos hemos dado cuenta de lo realmente importante y nos hemos acostumbrado a vivir de una manera distinta, con menos, mucho menos. Valoramos lo que antes era invisible, como lo es el saludo cercano, el abrazo o el paseo en bicicleta un domingo por la mañana. Somos personas distintas, que duda cabe.

Si antes de la crisis no podíamos predecir el futuro, con ella será aún más difícil hacerlo. Y todo por culpa del crecimiento exponencial.

Las paradojas de la vida

Estoy seguro que todos hemos pensado mucho sobre lo que el mundo está viviendo en estas semanas. Será acaso esta pandemia, convertida en una crisis sanitaria de proporciones, pocas veces vista en la historia, parte de un proceso natural de la naturaleza para dejarnos un mensaje que aprender?. Algunos piensan que se trata de un designio de D´s, para corregir nuestro camino, plagado de destrucción y falta de conciencia con la naturaleza y el medio ambiente, centrado en lo material y superfluo, en donde el individualismo extremo ha dado poco espacio para la empatía y la preocupación por el prójimo.

Dijo Bill Gates que esta pandemia nos ha recordado que somos todos iguales, sin importar cultura, color, nacionalidad, religión o nivel socioeconómico. Algo que nos afecta a todos por igual y que nos fuerza a actuar en comunidad, como un sistema, en donde lo que uno haga afecta al otro, por lo que nos obliga a cuidarnos y cuidar al otro. Aparece la empatía, la generosidad y la preocupación por el prójimo.

A lo mejor, en vez de criticar la situación extrema que nos está tocando vivir, debamos agradecerla por darnos la oportunidad de apreciar estas cosas básicas, que si bien ya estaban ahí para ser aprovechadas, no valorábamos. La salud, la familia, el hogar, la vida misma. Cosas que damos por adquiridas al momento de nacer, pero cobran una nueva dimensión ante la incertidumbre y la amenaza inminente.

Sin embargo, debo reconocer que no deja de llamarme la atención que en momentos en donde más debemos unirnos para resolver este problema, debamos, por el contrario, mantenernos lo más separados posibles. Que la tecnología que usamos en nuestros teléfonos y criticamos por ser fuente de distanciamiento de los demás, sea le que ahora nos permite unirnos y trabajar. Es una buena forma de comprender que es el uso que le damos a las cosas lo que define su valor. Las podemos usar para crear o para destruir. En este caso, nos han permitido crear un mundo nuevo y virtual, para muchos hasta ahora desconocido, que nos permiten mantenernos conectados.

Este espacio nuevo y virtual que hemos creado, forzosamente, nos está dando la opción de reflexionar, de elegir. Algunos se paralizaron y están en la zona del miedo, sin querer ver. Otros decidieron aprender, comprendiendo lo frágiles que somos, dejando que las cosas fluyan y soltando el control, cambiando prioridades y escala de valores, desarrollando nuevas habilidades o compartiendo más con su familia. Los que quisieron ir más lejos, se adentraron en la zona de crecimiento, aquella que abre la mente a pensar en los demás antes que en uno mismo, la de la gratitud, la de encontrar un propósito mayor o simplemente la de emprender e innovar.

Ya veremos cómo a raíz de esta crisis surgen nuevas oportunidades, soluciones innovadoras, nuevas empresas, productos y servicios adaptados a un mundo nuevo, con nuevos problemas y ojalá también con una nueva conciencia colectiva. Porque como dijo Yuval Noah Harari, «Esta tormenta pasará. Pero las elecciones que hacemos ahora podrían cambiar nuestras vidas en los años venideros». Y sí que la cambiarán.